XCxaen por segunda vez los principales cabecillas del narcotráfico cacereño, dice EL PERIODICO. Y si no fuera por esa "segunda vez" la noticia sería magnífica. Lo malo es que detrás de una segunda vez se intuye una tercera, con lo cual el rimbombante triunfo no es más que un remiendo con el que tapar la evidencia de que algo no marcha, que el sistema no va. La prueba más palpable de esta realidad es la proliferación de agrupaciones del tipo Asociación para la Defensa de los Animales, Plataforma Extremeña contra el Acoso Laboral, Asociación de Víctimas del Terrorismo o la asociación para las mujeres en situación precaria, que nunca deberían existir en una sociedad con los engranajes bien ajustados. Son muchas más, pero entre todas me inclino por la que lleva el nombre de Ecologistas en Acción; al menos la palabra acción lleva implícita una intención combativa. Y de eso andamos en precario. Como dice Alonso Guerrero en la entrevista con Liborio Barrera, es momento para la poesía social y la canción protesta, no para andarse con lirismos y cantos al sol. Antiguamente existía la creencia de que los ruiseñores cantaban mejor en la oscuridad, y sus dueños les arrancaban los ojos. En esa condición de dulce ceguera nos han amamantado, somos ruiseñores ciegos cantándoles odas a la luna mientras a nuestro lado el mundo gime de dolor.

Cientos de miles de ciudadanos extremeños dicen vivir en barrios inseguros; pero, a quién podemos exigirle responsabilidades. Bomberos pacenses regresan de vacío de Alhucemas sólo porque a los privilegiados de aquella nación les incomoda que transcienda el abominable mundo que se tienen montado; pero, a qué culpable podremos señalar con el dedo. Miles de jóvenes americanos han denunciado a sus sacerdotes por abusar sexualmente de ellos --algún día saldrán las denuncias europeas y nos echaremos a temblar--; pero, quién se atreve a levantar la voz contra esta temible empresa. A un español que ha usado el diario de su esposa para demostrar que está incapacitada para la custodia de sus hijos, lo han condenado a dos años de prisión por trasgredir la legalidad, pero no hay fuerzas suficientes en el mundo entero para reclamar la ilegalidad de una guerra injusta, de un muro infame. Salen a la calle delincuentes, violadores y terroristas ante el escándalo general y, por mucha rabia que nos cause, no tenemos mecanismos para evitarlo. Sólo manifestar un creciente desánimo . O, en último extremo, imitar a ese arquitecto que se ha tomado la justicia a punta de puñal para vengarse del controlador aéreo al que responsabiliza de la muerte de su mujer y de sus hijos. Seguramente a este hombre debió repugnarle la inmovilidad a que nos tiene condenados esta ola de puritanismo. El puritanismo es sinónimo de inmovilismo, una mezquindad revestida de ideología con la que tratan de convencernos de que es mejor dejarlo todo como está, que afuera cae un apocalíptico chaparrón y nosotros estamos a cubierto, y a los demás que los parta un rayo. Nos consolamos con la fantasía estéril de una ciudad feliz, de una región feliz, de una patria al resguardo de las miserias. Y cerramos los ojos y los oídos. Sólo por objetivos miserables nos escandalizamos. El secretario de la Consejería de Cultura, al hablar del Palacio de Congresos, dice que "uno de los objetivos es crear cultura; pero, sobre todo, riqueza". Olvidamos que donde no hay cultura la riqueza es poco más que una bomba de relojería. Y no entiendo por cultura a esas bocas llenas de citas ajenas, sino a un temperamento proclive a la amabilidad, a hacer la vida sencilla a los otros.

En tiempos de campaña electoral no es momento para que se suban a la palestra los ruiseñores, sino --por decirlo con palabras del filósofo Emilio Lledó --, para lanzar "un aullido de desesperación ante la cólera de los imbéciles".

*Escritor