Los mercados han bendecido las últimas reformas, desde la de las cajas de ahorros al pacto social, y, con ello, las primas de riesgo se han reducido sustancialmente. Así, de los casi 270 puntos básicos de más --en relación a Alemania-- que el Reino de España tuvo que pagar por emitir deuda a 10 años a principios de enero se ha pasado a escasamente 190 puntos. No está mal.

¿Podemos dar por concluida la crisis? Uno tiene la sensación de que hemos cruzado el estrecho de Magallanes, con la galerna azotando por doquier, el palo mayor roto, el velamen deshilachado y el timón averiado. Y que la aprobación de las medidas indicadas, y el espaldarazo de Angela Merkel , han abierto una ventada de buen tiempo, como si hubiéramos alcanzado ya el Pacífico. Aunque cabe la posibilidad de que, como en las Antillas, estemos atravesando el ojo del huracán y que la calma relativa de la que gozamos sea solo aparente. No tenemos bola de cristal. Pero, sea cual sea el futuro que nos aguarda, seguro que lo afrontaremos mejor si no decaemos en las reformas en las que el país está inmerso. Si las cosas empeoran, mayor resistencia tendremos. Y si mejoran, también. Porque, a pesar de la recuperación, los riesgos continúan ahí.

X¿CUALES SONx los aspectos positivos de la situación actual? El más relevante es el avance alemán y su extensión a los países centrales del euro. Su economía creció en el 2010 al ritmo más elevado desde la unificación. Y aunque parte de ese impulso se explica por la caída del 2009, no por ello su aumento es menos impresionante. La confianza de empresarios y consumidores está en los máximos de los últimos años, el empleo se recupera, la tasa de paro está en valores mínimos desde los primeros 90, el ahorro familiar desciende y, para el 2011, se esperan avances del consumo privado y la inversión productiva, que se sumarán a un dinámico sector exterior, apoyado en la demanda de los países emergentes. En este contexto, en España la caída del PIB de solo el 0,1% en el 2010, y su aumento en el entorno del 0,2% en el último trimestre, reflejan el positivo impacto sobre nuestra economía del aumento de las ventas internacionales de mercancías y de servicios turísticos y no turísticos, directamente vinculado a la mejora europea y de los mercados emergentes. Dado que el avance de la actividad en España debe basarse en la expansión de la demanda externa, si Europa y los países con fuerte crecimiento continúan en esta línea nuestro futuro inmediato está asegurado.

No obstante, no podemos olvidar los riesgos, importantes, que amenazan la economía mundial. El primero, que Estados Unidos no parece capaz de un crecimiento sostenido sin apoyo gubernamental. Y ello implica elevados déficits públicos (en torno al 10% del PIB) y una política monetaria ultraexpansiva, que ha situado los tipos de interés hacia el 0,25%, con inyecciones muy abundantes de liquidez. Dados los problemas que muestra su mercado laboral, la doble recesión inmobiliaria, las dificultades de aumento del crédito y una terca tendencia a la bajada de la inflación, cabe interrogarse sobre la capacidad de Estados Unidos para salir de la unidad de cuidados intensivos y retornar a una senda de expansión sin muletas. Y ello con una deuda pública que ya se acerca peligrosamente al 100% de su PIB.

Que esa salida no es nada fácil lo muestran Gran Bretaña y Japón. En las islas Británicas, la caída del PIB en el cuarto trimestre del 2010 ha sorprendido al Gobierno y ha dado alas a aquellos que criticaban, por excesivo, el plan de ajuste fiscal de Cameron-Clegg . Con una inflación en el entorno del 4% y apuntando hacia arriba, el retroceso de la actividad es lo último que cabía desear. Habrá que ver cómo evolucionan las islas en los próximos trimestres, pero esa combinación de inflación y estancamiento es muy preocupante. Japón, por su parte, parece haber entrado ya en una situación en la que su deuda pública va a verse castigada por los mercados. Un endeudamiento público por encima del 200% del PIB (en España apenas alcanza el 60%) ha comenzado a encender alarmas en las agencias de rating, porque incluso los países más ricos tienen un límite a su capacidad de emitir deuda.

Finalmente, las crisis alimentarias que parecen encontrarse tras las revueltas de Túnez y Egipto, y los elevados precios del petróleo y otras materias primas, están comenzando a presionar sobre la inflación de las economías emergentes, que, en general, ya venían demasiado lanzadas. Y ello está obligando a elevar los tipos de interés y a intentar reducir su crecimiento. Si van a conseguir un aterrizaje suave en lugar de una brusca caída está también por ver. Pero este es otro de los riesgos que nos atenazan.

La primavera parece haberse anticipado, apoyada en el gran acuerdo europeo sobre el futuro del euro que se espera para marzo y las reformas aprobadas. Pero los riesgos subsisten. En casa, en el barrio y en el resto de la ciudad global. No perdamos tiempo y aprovechemos esta bonanza. Quién sabe lo que puede durar.

*Catedrático de Economía Aplicada.