TVtotó a Aznar cuando era el hombre tranquilo, que le echó el bracete por la espalda a Ana Botella después del atentado y se fue a casa tan campante. Le votó cuando ganó las elecciones en que sin mayoría absoluta tuvo que negociar para gobernar. ¿Se acuerdan? Cuando hablaba catalán en la intimidad. Cree que fue un buen presidente, con ministros competentes, que acabó con el marasmo económico, dialogó con quien debía e hizo progresar España. También le votó en su segundo mandato. Cuando tras la mayoría absoluta el poder le enajenó. Cuando se codeó con los dueños del planeta, se creyó uno de ellos y emprendió locuras bélicas. No sabía que le iba a pasar eso cuando le votó, pero le pasó. Luego explotó Madrid y la derecha perdió las elecciones. Recuerda que muchos consideraron al presidente elegido, presidente por accidente, proclamándolo con despecho. Recuerda la sorpresa de algunos conservadores cuando este ganó también las siguientes elecciones. Resulta que venció también sin bombas, el circunflejo. ¡Qué pasmo! No le pirra la gestión de ZP. No le pirra que el optimismo patológico y no sabe si las buenas pero inútiles intenciones, la ignorancia o la incompetencia hayan llevado al país a la desesperanza y a la inminente recesión. Le sorprende que siga ahí, incólume. Pero constata que la gente sigue creyendo en él. A pesar del coqueteo con el nacionalismo más radical, el récord aterrador de desempleo en que se ha trocado la promesa electoral de pleno empleo, de la desesperación de tanto autónomo arruinado, de mantener a una ministra de Fomento con modales de chulapa zarzuelera o a un balbuceante, inoperante y desorientado ministro de Economía. Mientras tanto ve cómo la derecha pierde el norte, el oremus y el discurso. Ve a Rajoy , rodeado de caínes, ve a Soraya disfrazada de mujer fatal, ve al que fue el hombre tranquilo escupiendo declaraciones racistas en revistas frívolas, cada vez más ceniciento y mustio . Y comprende que lo tiene crudo para votar... la próxima vez.