TLtas personas que votan al PP son algo menos pesimistas que los votantes del PSOE en relación con el futuro económico. Y no solo porque las anima la perspectiva, cada vez más segura, de una victoria de los suyos, sino porque están convencidas de que el mero cambio de Gobierno y el fin de la agonía de José Luis Rodríguez Zapatero van a tener efectos positivos. Creen que mejorará la actitud de los mercados y que aumentará la confianza de consumidores y de inversores.

Pero se muestran más circunspectas cuando se les señalan los problemas concretos de nuestra economía, el paro o la imposibilidad de obtener créditos porque la banca está acogotada por sus deudas, entre otros. No saben lo que Mariano Rajoy va a hacer en esos frentes. Porque nada se les ha apuntado al respecto. Algunas hasta reconocen que cabe que ese silencio se deba a que el PP carece de fórmulas para resolver esas cuestiones en plazos razonables.

No por eso van a dejar de votarle. Pero el suyo no va a ser un voto entusiasmado. En algunos casos puede incluso que sea resignado. Y es que hoy en España no hay sitio para el entusiasmo. Ni siquiera en la derecha. Estando así las cosas, lo que habría que saber es si el PP tiene algún proyecto para impedir que el desánimo creciente de la gente, votante o no del PP, se convierta en crispación social cuando Rajoy esté en el Gobierno.

Y si no se adelantan las elecciones, que puede ser, en los próximos 15 meses ese riesgo puede aumentar. Entre otras cosas, porque a los malos datos que ya se conocen se ha añadido ahora el de la inflación, cuya tasa no va a bajar, sino que hasta puede ir más allá. Porque sus causas son la subida del petróleo, que no tiene por qué interrumpirse a corto plazo, y la del IVA y de otros impuestos indirectos, así como la del precio de varios servicios públicos, que van a seguir ahí. Cuando ya el 2,9% del año pasado se ha comido la rentabilidad de la mayoría de los ahorros y, sobre todo, los de los más modestos, ha reducido aún más la capacidad adquisitiva de las pensiones y también la de los salarios, que, como acaba de saberse, en el 2010 se recortaron para amplios colectivos.