No se puede resumir mejor. Quedé estupefacto, no tanto por el mensaje, como por el descaro de su concisión. El pasado miércoles desayunaba mi ración diaria de Extremadura, la misma cantinela de casi siempre. Pero esta vez me sorprendía la rotundidad de un primer párrafo demoledor. No se puede decir más con menos palabras. O quizá sí, porque a veces pienso que basta decir Extremadura para decir «no hay futuro».

Transcribo literalmente para someterlo a su juicio, benevolente lector, a buen seguro más despierto que el mío. Permítanme que omita el nombre del interfecto; por un solo motivo, porque él es el pan nuestro de cada día. No me refiero a la anécdota, sino a la categoría. «Fulano de Tal acaba de cerrar su empresa de albañilería. El 15 de junio se convertirá en alcalde de Tal y tiene claro su primera medida: acabar con las rémoras franquistas del pueblo y que vuelvan a llegar subvenciones provinciales a las arcas del Ayuntamiento». Ni quito ni pongo una sola letra. Y remata: «Lo tengo súper claro (sic)».

No seguí leyendo. Estaba todo dicho. Y bien dicho. Extremadura sin plumas. O desplumada. Todo se resume en apenas cincuenta palabras. Es el resumen perfecto. Todo se reduce a cerrar la empresa, a vivir de un sueldo público y a trincar subvenciones. Eso sí, para darle algo de fundamento al guiso, retiramos, una vez más, vestigios franquistas... Y punto final.

El susodicho munícipe, aupado por el voto de sus convecinos, lo tiene, en sus propias palabras, superclaro. Y los niños que lo lean deberían ir haciéndose a la idea de lo que en Extremadura se considera superclaro. Tomad nota, niños.

Primero y fundamental: cerrar la empresa. Mejor alcalde que albañil. Ha cerrado el negocio cuando aún no se habían firmado las actas definitivas del escrutinio. No ha traspasado el negocio, no. Lo ha cerrado. Extremadura como ejemplo. Por ejemplo, Bricor. Ha cerrado estos días. Como cerró Eroski en Cáceres. Sin relevo. A puro huevo. Como el albañil de Tal. Una empresa menos. Tres empresas menos. Algún parado más y fin. ¿Emprender en Extremadura? Respondan ustedes.

¿Por qué? Porque el día 15 se convertirá en alcalde y pasará a cobrar de lo público. Sin tribunal opositor. Por la fuerza de los votos. Lo justo y razonable. Mejor aún que sacar notarías (sin estudiar). A pleno pulmón. Extremadura al cuadrado. No lo tiene claro... lo tiene superclaro. Tomad nota, niños. Todo en Extremadura pasa por las ubres de la gran vaca nodriza de lo público. Fuera, nada. Solo sueldos míseros y autónomos en jornadas de doce horas (autónomos de vivir ceniciento, que, como el niño yuntero, despedazan un pan reñido).

Y para cuadrar el círculo valga como primera medida la muy socorrida invocación a las rémoras del franquismo. Asidero mágico para cuando las ideas te cuelgan de dos pinzas. El susodicho demócrata se pasa por el forro la votación en que la mayoría de los vecinos votó en contra de tal medida. Pero él, como cualquier otro con vara de mando, cree que manda. Otra cosa no, pero arrancar escudos de las fachadas sí. Como quien tira el arco de Trajano porque, como todo el mundo sabe, Trajano era un dictador. Revancha y olé.

Todo por la pasta. En vez de dar la cara frente a los mandamases de la Diputación, lo conveniente es agachar la frente y no sostenerle la mirada al manijero. Todo por que vuelvan las subvenciones. Porque aquí, en Extremadura, la verdadera rémora del franquismo es tratar de hacer regadíos sobre las tierras de secano cuando puedes vivir de las subvenciones. Dicho queda todo.

Y lo leerán los niños. Y lo tendrán, también, superclaro. Y si hubiera alguno que quisiera rebelarse contra su destino, quizá, prefiera irse. Irse de Extremadura. A la conquista de mundos nuevos. Porque en el nuestro no da ni para albañil. Triste, pero cierto. Legislatura a legislatura. Y van trece.