La Tierra está y continuará estando por los siglos de los siglos; nosotros, no. La habitamos, la cultivamos, la explotamos con la ambición de que nos pertenece, la usamos como excusa para pelear, colocarle nombres, colocarle banderas, crear culturas, para deshacerlas, para idealizarla..., pero, en realidad, la tierra no es nuestra.

Los seres humanos nos alimentamos de emociones, es natural que le tengamos cariño al lugar donde crecimos. Es algo interno que nos acompaña vayamos donde vayamos. Durante milenios se han manipulado esos sentimientos para que peleemos, y hasta entreguemos la vida, por tierras que no eran nuestras, tierras utilizadas para alimentar la ambición de reinados, condados, ducados o presidencias con la excusa de la defensa de lo nuestro.

Pero la Tierra no es nuestra, la tomamos prestada durante un tiempo y, cuando pase ese periodo, vendrá otro, y otro más. Y, posiblemente, también muchos matarán o darán su vida defendiendo una tierra que creen suya; así ha sido siempre durante siglos. Y, como siempre, unas historias se olvidarán y serán reemplazadas por otras, pero la tierra seguirá en el mismo lugar, alimentando o haciendo pasar hambre a quienes la habitan, dependiendo del trato que reciba.