Historiador

Existen personas con vocación de tiesto, mientras que para otros, su destino es ser geranio. Quiero con ello homenajear a todos aquellos que se tiran buena parte de su vida política activa dedicados y empeñados en un soterrado trabajo de soporte, de búsqueda de información, de gestación de ideas, de asistencia a mítines, reuniones y conciábulos, de horas y horas al servicio del partido o de la organización para la que militan.

Por otra parte están aquellos personajes, sin duda necesario, muchos casi imprescindibles para el buen funcionamiento de los procesos políticos que ponen su nombre, su prestigio personal, su imagen al frente de unas siglas que condensan la ideología que profesan. La iniciativa tomada recientemente acerca de la creación de una especie de fundación o escuela parlamentaria es una buena noticia para profundizar en los espacios destinados a la reflexión que deben ser utilizados por nuestras élites.

Pero sin duda el mejor hallazgo es el de los que unen su peso específico como nombres, con un poso, trayectoria y preparación sólida para la cosa pública. Es el grupo de los líderes. Es ese reducido espectro que puede salir airoso de un debate, que suele estar al día de todo aquello que sucede alrededor, que suele tener respuestas a las preguntas, soluciones a los problemas. En definitiva la mezcla del tiesto y del geranio.

Así se tienen referencias o tomas de posturas desde el conflicto surgido con Irak (con visitas al rancho texano del jefe incluidas), la catástrofe del petrolero Prestige y la no manifestación del 24 de febrero, el cierre de la televisión extremeña, mientras se mantiene la programación de Televisión Española en Extremadura o la polémica por la designación del candidato/a a la alcaldía de Plasencia por el Partido Popular. Por cierto, nunca es tarde para recuperar la memoria más reciente.

No hace mucho tiempo la derecha placentina hacía alusiones a las divisiones internas de sus oponentes socialistas.

Ahora que las suyas están en el candelero se puede seguir con elegancia el devenir de los comentarios al respecto de unos y otros.

Y es que, al fin y al cabo, no somos todos iguales. Afortunadamente.