Obligada a ahorrar, la gente comenzó llevando el dinero a las cajas de ahorro y los bancos, pero estos se volvieron insaciables: sobre el depósito realizado caían gastos de apertura, de estudio, de comisiones y administración que terminaban por comerse el ahorro y la fe de los ahorradores. Llegaron entonces quienes vieron el hueco y la necesidad y crearon sociedades que dieron respuestas al vacío y al descontento que generaban los bancos y hasta el sistema fiscal. Y aparecieron los compraventas privados, los Foros y las Afinsas dispuestos a contentar al personal con lo que el personal quería: intereses generosos, regalos suntuosos garantías totales, el dinero engordando, a ser posible, lejos del ojo del amo fiscalizador.

Pero el paraíso no existe por mucho que la posibilidad de que vuelva siga encandilando y lo que existe es el valle de lágrimas de siempre lleno ahora de personas afligidas y enojadas por el fraude de los sellos del Fórum Filatélico y Afinsa. El disgusto y la rabia no deben cegar el análisis para evitar, en el futuro, que aquel se repita.

Por más que se diga, el personal no se convence de que los duros a cuatro pesetas no existen. Jardiel Poncela se apostó en la Castellana madrileña con una mesa y un cartel: se venden duros a cuatro pesetas. Fue la única vez que se pretendió venderlos a ese precio, sin trampa ni cartón, pero nadie le creyó. Sin embargo, llegan cuatro desconocidos con sellos, en una época que nadie escribe, hablan de crecimiento del capital y el personal se vuelve coleccionista de toda la vida, pierde la cabeza y apuesta cuanto tiene en un negocio del que no tiene ni idea.

XCON ELx fervorín y los buenos intereses el personal olvida la máxima financiera de que a mayor rentabilidad menor seguridad y se lanza a la inversión sin preguntarse por qué le pagan un 6% o un 8% cuando el interés corriente es el 1%; por qué le regalan suntuosos relojes, cuadros de arte o libros y si el dinero invertido se traspapela o no de cara al fisco. Como con la gloria se va la memoria, el confiado rentista evangeliza a su alrededor sobre la bonanza postal y acoge a amigos y familiares en la doctrina de al caballo regalado no le mires el diente sin prever que el caballo pudiera tener el colmillo retorcido y la rumia agria de la estafa.

Suele decirse que toda estafa va al cincuenta por ciento: mitad del estafador, mitad del estafado. Pues para que la cosa no se repita, remedio al canto: la primera mitad, a la cárcel y el otro cincuenta por ciento, a los cauces normales de ahorro de toda la vida, donde, a pesar de los bocados y las comisiones, existe un fondo de garantía que no te deja sin plumas y cacareando.

*Licenciado en Filología