WQw uienes contraponen el apoyo al intento del Gobierno de acelerar el final de ETA con la falta de respeto a las víctimas de los terroristas cometen un grave error. Se puede estar a favor del proceso de paz --siempre en las condiciones aprobadas por el Congreso de los Diputados-- y ser tan solidario como el que más con las víctimas. Ese compromiso con las víctimas de todo tipo de terrorismo debe subrayarse precisamente ahora, cuando el proceso de paz pasa por dificultades evidentes --especialmente desde que un comando de ETA robó en Francia, el 23 de octubre, 350 pistolas-- y cuando la fractura política entre los dos grandes partidos españoles se ha convertido en un abismo casi insalvable.

Frente al desánimo que determinados hechos provocan, cabe todavía un margen a la esperanza. Primero, porque ETA lleva 1.275 días sin matar a nadie, como recordó en Badajoz el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Y cada día que pasa sin muertos parece más difícil la vuelta a la posición de partida, es decir, a una ETA en plena actividad asesina. En segundo lugar, porque pese a todo el ruido que la derecha política y mediática hace a diario, la democracia todavía no ha hecho ni una concesión a los violentos. El Estado democrático ha sido en este proceso menos generoso de lo que fue, legítimamente, en el intento del Gobierno de José María Aznar.

Sería, por otra parte, injusto hacer oídos sordos a las posiciones de quienes temen que, por el fin último de llegar a la paz, el Estado hiciera concesiones inaceptables a ETA, tanto en el plano político como en el penitenciario. Ahora bien, la oposición no ha dudado en manipular ese sentimiento de cientos de miles de personas de buena fe para lanzar mensajes como el de "proceso de rendición", pronunciado el sábado en Madrid por el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Francisco José Alcaraz. Hablar de "rendición" es una burda manipulación política a la que un partido de Estado como es el PP debería dar la espalda.

El problema es que el terrorismo se ha convertido, por desgracia, en un asunto muy sensible para el electorado. De ahí que el PP no dude en jugar a la contra, consciente de que las últimas encuestas señalan el desgaste de Zapatero en el proceso de paz. La esperanza de que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo en cómo acelerar el final de ETA parece hoy más lejana que nunca.

Como lo está que la llamada izquierda aberzale asuma de una vez su responsabilidad histórica de decir no a la violencia como método para alcanzar fines políticos. Tampoco en este terreno llegan noticias esperanzadoras. Y pese a todo, no es ninguna irresponsabilidad, sino todo lo contrario, mantener el respaldo al proceso de paz. Zapatero ha asumido un gran riesgo al liderar ese intento, e incluso dentro de su partido hay quien ya piensa que hay que prepararse para el fracaso. Pero el compromiso por alcanzar la paz --insistimos, siempre dentro del margen del Estado de derecho y del marco democrático-- debe seguir en pie.