Los resultados del domingo impulsan a las fuerzas políticas catalanas a jugarse sus posibilidades de figurar en el próximo Gobierno catalán. Como el árbitro de la situación, Carod-Rovira, subraya que nada se puede dar por hecho y que todas las alianzas son posibles, las cosas están en el aire.

CiU, la formación con más escaños, debe abrir el baile de las negociaciones. Su deseo está cantado: una alianza nacionalista con Esquerra. Pero la propuesta de salida de los republicanos es otra: un Gobierno de concentración. Primera traba. Quizá sólo para ganar tiempo y explorar la alternativa de irse con el PSC e ICV. Quizá para algo diferente. Maragall y Saura no sólo apuestan por el tripartito: subrayan que con 74 escaños el pacto de izquierdas tendría la solidez necesaria para regenerar Cataluña y replantear las políticas sociales tal como prometieron las tres fuerzas en la campaña electoral. Y la previsible complicidad del PSOE les ayudaría en Madrid a modernizar el Estatuto catalán. CiU ha ganado en escaños, pero tiene que revalidar su triunfo en unas negociaciones que serán complejas. Mas es el máximo favorito a presidir la Generalitat de Cataluña, pero carece del derecho a decir la última palabra.