Periodista

Vivimos sometidos a un engaño permanente. Si una de las acciones más supuestamente heroicas de la guerra de Irak fue el rescate de la soldado Jessica de un hospital, a la que nadie retenía, falsamente herida en combate contra la perversidad de Sadam, y con daños, eso sí, causados por un accidente de tránsito, ahora, gracias al diario The Washington Post, hemos podido saber que el pavo que el presidente Bush sostenía sonriente en la cena del Día de Acción de Gracias en una base iraquí era de plástico. Era un pavo virtual, una ficción destinada a las familias de los soldados, para que crean que EEUU tiene un presidente que se desvive por la tropa. Con una cena con los soldados, en la noche más solemne del calendario tradicional norteamericano, Bush quería hacerse perdonar el hecho de haber embarcado al país en la incertidumbre de una guerra, que puede tardar en verse acabada, a pesar de la prisa que tuvo hace meses en celebrar la falsa victoria. Era un precioso pavo de plástico, destinado a la televisión, para que todas las madres comprueben que el presidente no abandona a sus hijos. La heroicidad del rescate de Jessica era una mentira. El pavo de la cena de Acción de Gracias, también. ¿Por qué no creer que era una simulación igualmente el viaje a Irak del presidente norteamericano? Más de 24 horas entre ida y vuelta, para disfrutar sólo de dos en tierra, pero sobre todo los misterios que han rodeado el desplazamiento, convierten en verosímil el engaño. Lo que nos hicieron creer que era una base podía ser un decorado y los soldados podían ser extras. Animo, colegas de la prensa que aún se siente libre en EEUU. El Pulitzer está asegurado para el que descubra todos los apaños de aquella noche.