WMwariano Rajoy anuncia desde Galicia que quiere reformar la ley electoral para que gobiernen siempre las listas más votadas, aunque no tengan mayoría absoluta. El líder del PP alude a un problema verdadero de su partido, pero pretende darle una solución equivocada. Lo que ahoga a los populares no es la matemática parlamentaria, que por cierto impera en el mundo democrático. Su asfixia nace del soberbio aznarismo que impulsa al PP a estar contra todos los demás en casi todo. Considerar la postura propia como la verdad inamovible le impide, en el Gobierno y la oposición, pactar --es decir, ceder a cambio de que el otro también lo haga-- con los socialistas en los temas de Estado, y con los nacionalistas en materias relativas a la vida autonómica.

Josep Piqué señala desde Cataluña que Galicia cierra la fase en que el PP ha tenido que digerir su derrota en las generales, y pide abrir ahora una etapa nueva. Tiene razón. Pero es una etapa que requiere una política también nueva. ¿Sabrá salir Rajoy de la esquina de la bronca ultra para reconciliarse con el electorado de centro? ¿Sabrá presentar alternativas en vez de simples críticas desairadas? ¿Intentará Rajoy ser Rajoy en vez de imitar a Aznar?