El bosque mediterráneo de Grecia, Portugal, España y USA están ardiendo este verano, al igual que todos los años a lo largo de la historia. En el hemisferio sur también ocurre en todos sus veranos australes, tanto en Chile como en Australia, sobre todo.

El problema es que los incendios, a pesar de tener más medios y tecnologías que hace 50 años, son más pavorosos y de mayores dimensiones. Desde los años 60 del pasado siglo hasta ahora se ha cuadriplicado en España la superficie media quemada anualmente. Y todo por culpa de no existir una Ordenación del Territorio en todas sus dimensiones (ambiental, económica, social y cultural).

La ausencia de una política territorial efectiva y ajustada a las características de cada zona está posibilitando el abandono de las superficies forestales sobre las que, por cuestiones ambientales (desconocimiento de las dinámicas del paisaje), se han redactado un conjunto de leyes y reglamentos absurdos, que han recortado o limitado muchas actividades ganaderas tradicionales, inclusive de limpieza y entresaca, así como la prohibición de hacer desbroces para cortafuegos, porque señalan esos documentos que es un impacto visual. De tal manera que cuando comienza el incendio (provocado, accidental o natural) se expande sin poderse abordar para extinguirlo de inmediato o impedir su rápida propagación.

Si a todo ello añadimos que se permiten las edificaciones en zonas arboladas de difícil acceso y sin perímetros de salvaguarda...el cóctel está servido para la pérdida de biodiversidad, haciendas y vidas humanas.

La respuesta de los colectivos sociales y políticos es que todo es producto del «cambio climático» (hay que ver lo socorrido que es para todo este fenómeno que lleva millones de años modificando el planeta) y que tenemos que acostumbrarnos en el futuro a los «desastres naturales». Oír esto es de una irresponsabilidad tal que siento pavor, por la desidia que ello conlleva, especialmente cuando existen soluciones integrales ligadas a una adecuada Gestión Territorial, dado que el bosque, como las superficies agrícolas y sus usos (secano, pastizal o regadío), la red hídrica, de transportes o urbana, etc. están instalados en el territorio y las interrelaciones entre ellas lo configuran y modelan.

*Profesor de la UEx.