EL DINERO NO LLEGA

La rehabilitación de viviendas y Monago

José Luis Sánchez Sáez

Cáceres

En septiembre del 2011 decidí acometer una serie de reformas en mi vivienda (de unos 35 años de antigüedad) debido a los problemas que ya habían sufrido otros vecinos con las instalaciones y demás. Me informaron que la Junta disponía de ayudas para la rehabilitación de viviendas y que podría cumplir los requisitos para que me la concedieran. Después de reunir un sinfín de papeles, algunos por los que tuve que pagar (certificados de catastro, registro y nota simple del registro de la propiedad) y que no hubieran sido necesarios para iniciar la obra (simplemente la licencia de obra menor concedida por el ayuntamiento), la reforma se realizó con el visto bueno de la Oficina Comarcal de Vivienda de Cáceres a cuya arquitecta técnica estoy agradecido por la prontitud y amabilidad así como su preocupación posterior.

Una vez finalizadas las obras, en enero de 2012, me remitieron la notificación de la subvención y me requirieron más documentación, además del pago de una tasa para poder ingresarme lo concedido. Ha pasado más de año y medio y yo no he recibido la subvención. Yo me pregunto: Si sabían que no me lo iban a pagar, ¿por qué han hecho que me gaste más dinero del necesario? Señor Monago, es una vergüenza marear a un jubilado con papeles y hacerle pagar más dinero del que debe en arreglar su vieja vivienda. Es más honesto decir en el primer momento que con la crisis ya no hay dinero para subvenciones ni nada, que no nos molestemos en pedirlas.

LAS FIESTAS

Crueldad veraniega

Angel Iglesias Mora

Cáceres

Estío. Sofocante calor nocturno. A escasos metros de tu casa, una de estas verbenas o fiestas de barrio. La música, o lo que sea, te machaca atronadora y ensordecedoramente. De nada te valen las dobles ventanas, ni encerrarte en el cuarto mas alejado. Te darán las cinco o las seis de la mañana, sin haber pegado el ojo y empapado en sudor.

Esta es una de las mayores crueldades permitidas, consentidas y subvencionadas. Quien quiera fiesta, que se vaya a un descampado o polígono, alejado de la civilización civilizada, reúna a sus vecinos, beban, canten y bailen.

O por el contrario, que la autoridad competente y responsable, habilite una sosegada opción, para los que no estamos por la labor. Que quizá, no se dio cuenta alguien, pero pagamos impuestos. No quiero --por poner un ejemplo-- imaginar a un enfermo, convaleciente en su domicilio, con la cama pegada a los verbeneros, y que para más inri, no tenga aire acondicionado.

Los efectos de la contaminación acústica, de todos es conocida, o debería serlo: trastornos psicológicos. Conductas de irritabilidad y agresividad, estrés. Aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la frecuencia respiratoria. Alteraciones del sueño y del descanso lo que conduce a la falta de atención y aprendizaje, somnolencia diurna, cansancio y bajo rendimiento. Resumiendo, no solo patrocinamos y apadrinamos esta práctica tan obsoleta, cutre y hortera, que encima, mina nuestra salud. Y está la sanidad, como para pedir cita. Para terminar, les debo a los fiesteros tres cefaleas.