LEY DE SEGURIDAD

Libertad policial

Teresa Herrera Romeo

Madrid

A confesión de parte, sobra lo demás. El Ministro del Interior ha declarado que la Ley de Seguridad se ha hecho conforme a la sensibilidad de los policías. Un estado democrático es aquel en que las leyes se hacen conforme a la sensibilidad de los ciudadanos y sus libertades, no de los policías, que es lo que caracteriza a un estado policial. Claro que el ministro está muy satisfecho de su obra. Como decía Cavour, en un estado policial hasta un burro sabe gobernar.

IN MEMORIAM

Unas líneas a Javier

Fátima Martín-Pedrilla

Cáceres

La otra mañana recibí la noticia. El bárbaro combate que, hacía muchos años ya, mi amigo Javier venía sosteniendo con su enfermedad había terminado. El Parkinson le había ganado la partida.

La última vez que le escuché, su voz sonaba extraña al otro lado del teléfono, pero aún estaba llena de animación, estaba llena de esperanza cuando me hablaba de acabar la novela histórica que ha dejado inconclusa, 'Hasta el fin', desde su silla de ruedas y su cama de hospital, él era todo lo contrario de un enfermo quejicoso. Se aferraba a la vida, que tanto amaba, a la débil posibilidad de que, una vez más, saldría adelante. Yo conocí a Javier Ortiz de la Tabla en una época luminosa de su vida. El era el frecuentador del grupo de jóvenes que nos reuníamos entorno a la sobra del ilustre de mi muy querido, mi admirado, tío Miguel, el conde de Canilleros. Javier, luego, se descubrió una imparable vocación histórica americanista. El Archivo de Indias de Sevilla fue para él una fuente inagotable de descubrimientos gozosos que, rematados por sus viajes a la América hispana, plasmó en varios libros sobre las sociedades coloniales del imperio español.

A javier Ortiz de la Tabla, extremeño por todos los costados, le ganó el sur, desde donde sentiría más próxima la lejana presencia americana. Se marchó de Cáceres y estuve muchos años sin saber de él. Luego me enteré de que la zarpa traidora del Parkinson le había agarrado siendo aún joven, muy lleno de vida y de proyectos. A través de su hermana Adela me puse en contacto con él. Y, por teléfono, tuvimos nuestras largas charlas, amenas, divertidas, interesante porque la terrible enfermedad, que le había reducido a la condición de inválido, no había tocado en cambio para nada su inteligencia, su afán de saber siempre más su nueva ilusión de crear unos personajes, unas situaciones, un escenario. Y por el correo electrónico yo le mandaba hermosas imágenes de ciudades con encanto, de paisajes que hacían soñar y que Javier no podía ver al natural.

Ahora, su largo calvario, que él vivió siempre con una sonrisa en los labios, ha cesado. Su cuerpo son cenizas esparcidas en un jardín sevillano, inundado de sol, que presiente América. Y su espíritu, yo quiero imaginármelo remontando las cumbres de los Andes, deslizándose por las cataratas del Iguazú, recorriendo los inmensos ríos americanos, vagando por las calles de las viejas ciudades virreinales, cuyas historias escribió.