Mientras el Consejo de Seguridad Nacional alerta del repunte de la xenofobia en España, y lo achaca en parte a la aparición de movimientos populistas en varios países europeos, nosotros seguimos sin tomarnos en serio lo que se nos viene encima.

Creemos que la radicalización de unos y otros es fruto de un día, a lo mejor porque no hemos estado atentos a las señales. Vox no ha surgido de la noche a la mañana, ni tampoco sus promesas de empleo, estabilidad y España para los españoles.

Detrás de ellas late el ambiente que se ha ido creando en nuestro país, en una creciente espiral de malos modos y zafiedad de la que todos los partidos pueden esgrimir ejemplos. La llegada de algunos políticos al congreso lo ha convertido en un aula de secundaria a sexta hora, cuando falta un ratito para irse a casa y los alumnos protestan descontentos. ¿Por qué? Porque sí. Porque hace calor, hace frío, porque quiero irme y no sé cómo llamar la atención.

De eso se trata. De impactar, de epatar, de generar me gusta en las redes sociales, o en los corrillos de los bares. Si para eso tenemos que llevar en nuestras listas a un torero, a un escritor, o a un entrenador de baloncesto, eso haremos. O si tenemos que hacer el tonto y gestos obscenos o zafios, eso haremos.

Basta recordar algunos episodios vergonzosos de Rufián, por poner un solo ejemplo. El resultado es que la mayoría de votantes no solo no aplaude sus vergüenzas, sino que se espanta, pero en vez de obrar en consecuencia y castigar con el voto, deciden no votar, castigándose a sí mismos.

Se hace campaña a golpe de titular, no de atender necesidades educativas o sanitarias o sociales, y se hacen concesiones sin mirar el dinero público o si se merecen las ayudas.

Ya no leemos los programas electorales, solo frases sacadas de estados de whatsapp, o de instagram.

Los de Vox llaman buscadores de huesos a los defensores de la memoria histórica, o dicen que las lesbianas odian a los hombres, y consiguen su titular y sus aplausos.

Mientras, ya digo, en España repunta la xenofobia, los votantes quieren abstenerse y gana la filosofía de tonto el que lo lea, o sea, insultos escritos en la puerta de los baños o en los marcos de un instituto de adolescentes cuajados de hormonas.

Solo que gobernar es un asunto muy serio, ellos ya no tienen quince años, y nos jugamos nuestro futuro.

Yo no creo que tengamos los políticos que merecemos. Por eso hay que votar este abril, no vaya a ser que de verdad quienes nos gobiernen sean el fruto no solo de nuestra pereza, sino también de nuestra desidia.