TLtos tontos son multitud. Y organizados. Hemos hablado siempre de los listos pero los tontos tienen mucho más peligro, dónde va a parar. La tontería alcanza ya la categoría de pandemia. Si no lo creen, salgan a la calle o mejor, no salgan, no vaya a ser que les caiga un tonto encima. Basta con que enciendan la tele, abran un periódico o se conecten a internet. Enseguida te saltan encima desde las redes sociales o desde un trampolín cualquiera. Entre quieres ser mi amigo o este soy yo en la boda de mi prima, tenemos el día hecho.

No hay tonto que no quiera dejar constancia de dónde ha estado. Fíjense en las puertas de los baños públicos, a ver si los de Facebook creen que han inventado el muro. Ya decían los romanos que el nombre de los estúpidos estaba en todas partes. Por eso hay que estar alerta, y mucho más si cogen el coche estos días. Los tontos al volante se crecen. Está el tonto que se ha comprado un todoterreno digno de acompañar al Rey en sus cacerías de elefantes, pero solo lo usa en la ciudad para que todos lo vean, el bobo que aparca en doble fila, el que te pita si tardas un segundo en salir del semáforo o si te paras en ámbar para no atropellar a un peatón, el idiota que hace un gesto de disculpa cuando no se detiene en el paso de cebra... y eso en población, porque la carretera es el mundo del tonto rápido, el peor de todos.

Los reconocerán enseguida porque adelantan en continua, y piensan que las limitaciones son para los otros. Tengan cuidado. Un tonto o un listo pueden amargarnos las vacaciones. Entre los idiotas que ya existen y los que se van a volver, qué poquita gente normal vamos quedando.