El primer examen previo de los Presupuestos Generales del Estado que realiza la Comisión Europea, en el marco de una mejor gobernanza económica, no tiene resultados halagüeños. La Comisión no solo se mantiene vigilante, sino que no le cuadran las cuentas hechas por el Gobierno de Mariano Rajoy . La preocupación central tiene un nombre, déficit, y según Bruselas hay "riesgos de incumplimiento" de los objetivos sobre el mismo en el 2014, el 2015 y el 2016. Es decir, la Comisión reclama un mayor ajuste presupuestario. Un aviso a España, que en julio ya obtuvo una prórroga de dos años, hasta el 2016, para rebajar el déficit por debajo del techo máximo autorizado del 3%.

La traducción de la desviación del déficit español en estos tres años, en función de las cifras de Bruselas, representa un ajuste adicional de 37.000 millones de euros, que deberán presupuestarse para cumplir con las obligaciones adquiridas por España y las exigencias de Europa. La elección de la vía elegida para tal ajuste queda al criterio del Gobierno de Rajoy, sea con el aumento de la partida de ingresos o el descenso de la de gastos. Lo que parece bastante claro es que la intención de elaborar unas cuentas con un descenso de los impuestos en el año electoral de 2015, según había anunciado el propio presidente del Gobierno, es en estas circunstancias imposible de llevar a la práctica.

El Gobierno no explicó ayer cómo piensa solventar la ecuación, cuando los Presupuestos del 2014 todavía no han sido aprobados por el Congreso. El ministro de Economía, Luis de Guindos , se mostró impermeable al toque de atención y al apremio a hacer reformas y dar un empujón a las que sufren retraso, entre ellas la tributaria. A pesar de que el Eurogrupo volverá a la carga con los problemas españoles la próxima semana, el ministro consideró que España cumplirá con el 5,8% de déficit, que no habrá recortes y que "por supuesto" habrá una reforma fiscal para bajar los impuestos a partir del 2015.

La Comisión ya señaló ayer que las previsiones oficiales españolas sobre la ocupación, la recaudación o la reforma fiscal pecan de optimismo. Fiar los ingresos a la recuperación económica de un país aún tan lastrado por el paro, el bajo consumo y la falta de crédito es un riesgo que Europa no quiere correr. Se han hecho esfuerzos, pero las cuentas todavía no son sostenibles.