En 1991 ocurrió en Norteamérica un fenómeno meteorológico que dio lugar a este término. Una borrasca extratropical absorbió a un ciclón tropical, culminando en un huracán. La confluencia de estos elementos originó una tormenta perfecta con trágicas consecuencias para el pesquero Andrea Gail, que se hundió.

En el sector agrario está ocurriendo algo parecido. A los bajos precios que perciben los agricultores y ganaderos por sus productos, se une una situación de sequía insostenible para las explotaciones agrarias y la falta de medidas para paliar sus efectos. Pero aún quedaba algo más, el huracán que ha llegado de la mano de los aranceles con los que Estados Unidos va a gravar un 25% las exportaciones de algunas de nuestras producciones más importantes.

La agricultura siempre es la moneda de cambio para resolver cualquier conflicto comercial o político; en este caso unas ayudas a empresas aeronáuticas por parte de algunos países europeos, entre ellos España, han provocado la denuncia de los Estados Unidos a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y las consecuencias las sufrirán el vino, aceite de oliva, aceituna de mesa, queso, porcino, cítricos, etc.

El Gobierno de Sánchez está en el juego electoral: amenazan con una «guerra», llaman a consultas al embajador, pero según el propio Sánchez, «poco se puede hacer», porque estos aranceles están autorizados por la OMC que dio la razón a la Administración Trump y le ha permitido poner sanciones por valor de unos 6.900 millones de euros a España, Francia, Alemania y Reino Unido.

El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, ha rebajado su valoración inicial estimando que costará al sector agroalimentario casi 800 millones de euros y los acabarán pagando los de siempre, los agricultores y los ganaderos, aunque de aviones fuera la cosa.

Se necesita agilidad y determinación para solventar este problema; Gobierno y Junta deben dejarse de alharacas y establecer una estrategia, un plan de choque o como se le quiera llamar para que la exportación de estos productos agrarios, la mayoría de los cuales producimos en Extremadura, no sufran las consecuencias de esta «tormenta perfecta».

*Ingeniera agrícola y diputada del PP.