Todo el mundo conoce el gigante de la moda Zara, una gran empresa internacional. Vas a comprar y piensas ¿y si trabajo aquí para compaginar mis estudios? Envías el currículum con el deseo de que te llamen, pasa un tiempo y recibes una llamada de un teléfono desconocido, lo coges y te mueres de alegría porque te han llamado para empezar a trabajar. Entonces piensas: "me irá perfecto para compatibilizarlo con la universidad". Te plantean que empieces ese mismo día por la tarde. Insistes en que hoy no puedes, que puedes empezar al día siguiente. Ilusionado, te dicen que compres ropa negra para poder trabajar. Te gastas 30 euros en ropa y te presentas al día siguiente en la central para que te hagan la formación de riesgos laborales. Mientras aguantas el tostón de un empleado que lee el Powerpoint, tú piensas: "qué bien, por fin voy a currar". El día que empiezas te envían a la puerta a doblar ropa. Tú trabajas, saludas a la gente y empiezan a venirte los demás empleados. Les saludas, te presentas, te preguntan si has trabajado antes en Zara y les contestas que no. Entonces se marchan medio sonriendo. Acabas el día y te comunican el horario del día siguiente, sábado. Vaya, que trabajas todo el fin de semana. Acabas la jornada del sábado y te dicen que ya te llamarán el lunes para decirte el horario. Contento y muerto tras dos días de trabajo, esperas la llamada. Justo antes de meterte la primera cucharada de comida en la boca, recibes una llamada de tu encargado que te dice: "Lo siento, pero la chica a la que suplías ya se reincorpora al trabajo, así que no hace falta que vuelvas más, ya te llamaremos más adelante". Tú, decepcionado por lo que te acaban de hacer, lo aceptas, no te queda otra. A final de mes recibes la nómina, 30 euros, que no te da ni para cubrir los gastos de la ropa que te has comprado, que costaba 30,95 euros. Así es como las empresas gigantes de la moda se hacen ricas.