En una sociedad sin valores, unas tragaderas anchas son de gran utilidad. Los personajes que degluten el engrudo que le van echando los que sostienen la sartén por el mango suelen ir escalando peldaños en el escalafón hasta conquistar algún pico de altitud moderada, o incluso ciertas cumbres elevadas. Es cuestión de tener paciencia y un estómago a prueba de bombas. No hay más. El problema -la suerte, más bien- es que no todos valemos para empacharnos con esos platos nauseabundos que se sirven, entre otras cosas, para detectar a los más hábiles en el arte de la postración, el servilismo y el lametazo. Es lo que ocurre cuando se tiene una jerarquía de valores asentada, que no se la puede ignorar aunque las circunstancias y el ambiente inciten a ello.

Sin embargo, volviendo a la genealogía de los tragasables, hay que incidir en que los hay, incluso, que, aun habiendo alcanzado la cúspide, siguen haciendo gala de una capacidad sobrehumana para zamparse sus propias palabras, y hasta para digerir los principios y valores de los que presumían, con tal de seguir contando con un sostén que les garantice que no tendrán que apearse del machito. Ejemplos de este prototipo se pueden encontrar por doquier. Aunque es en la política donde la falta de escrúpulos y la avidez de poder se desbordan, rebasando cualquier límite imaginable y provocando un desparrame que acaba derribando cualquier tipo de frontera moral. Dependiendo de los anteojos ideológicos con que estén leyendo esta columna, estarán pensando en políticos de uno u otro signo. Pero es innegable que, en los últimos tiempos, los que están haciendo gala de una faringe asombrosamente profunda y extensible son los que antaño presumían de socialdemócratas, esto es, parte de los cuadros dirigentes del Partido Socialista.

Estos políticos están demostrando un encaje digno de estudio, porque su líder está sirviéndoles sapos, culebras y boñigas, y ellos los paladean como si fuesen delicadas exquisiteces. De ese Sánchez que pacta hasta con los herederos de los terroristas etarras poco se podía esperar ya, porque ha demostrado que es un amoral redomado. Pero se echa en falta un poco de arrojo y sentido de Estado en los moderados que aún no hayan huido, despavoridos, de esa ciénaga pestilente en que Sánchez ha convertido su partido. H*Diplomado en Magisterio.