A los dirigentes de los dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, se les llena la boca cuando hablan de libertad de expresión, pero lo cierto es que promueven y amparan prácticas próximas a la censura. Porque censura es que hayan decidido que en tiempos de campaña electoral sean sus propias manos quienes elijan las imágenes de sus candidatos y que sean sus propios jefes de campaña quienes las editen para suministrarlas a los diferentes canales de televisión a cuyos redactores les estará vedado cubrir con su propio criterio y medios los mítines y demás actos electorales.

Esta mala práctica -de hecho, ya digo, un acto de censura-, tiene ya unos cuantos telediarios recorridos y obedece a un objetivo claro: proteger a los líderes (Zapatero, Rajoy ) de la mirada crítica de la prensa independiente. En periodos electorales, las televisiones públicas -"botín de los partidos ganadores de las elecciones", según el lúcido decir del periodista italiano Indro Montanelli -, llevan años soportando esta sevicia informativa.

Ahora, PSOE y PP, quieren extenderla al resto de las cadenas. Pretenden, como digo, obligarlas a emitir crónicas de los partidos en campaña con criterios de tiempo tasados en razón del número de escaños obtenido en los comicios anteriores, no en función del relieve periodístico de la información. Un dislate. Un trágala frente al que, como es lógico, los responsables de las cadenas privadas se rebelan a sabiendas de que nuestros farisaicos dirigentes políticos tienen en sus manos el botón de las concesiones. Con esa espada de Damocles gravitando sobre el futuro de las cadenas resulta duro tener que pedirles conductas heroicas, pero hay que hacerlo.

Pero, ¡ojo! dar esta batalla no es el resultado de una preocupación gremial, de un impulso corporativista. Es otra cosa y algo más. Por decirlo en corto: lo que está en juego es la transparencia a la hora de narrar y fiscalizar las actuaciones las instituciones públicas. Los partidos políticos son instituciones públicas y esa transparencia es la garantía de la democracia. Controlar desde los propios partidos la información que les afecta, es un acto de censura incompatible con la libertad de expresión e información que ampara la Constitución. Es un trágala inaceptable. Resistir, es la palabra.