La primera vez que hice una lectura, concretamente en la librería El Buscón, en Cáceres, estuve a punto de asfixiarme por culpa los nervios. Conseguí pasar el mal trago, pero aquella media hora no la olvidaré jamás.

He vuelto a este episodio estos días en que se ha viralizado el momento en que una reportera de Telecinco, Elisa Cardenal, abandonaba, para sorpresa de todos, la conexión en directo con el informativo que presenta Pedro Piqueras. La mujer estaba abordando la situación de los hosteleros en Segovia y, tras cometer un error en la información que compartía con los espectadores, decidió echarse a un lado y abandonar la escena, lo que obligó a sus compañeros a emitir un reportaje que ya estaba grabado.

Al bochorno personal de la periodista se sumó el habitual linchamiento en las redes sociales, que no perdonan una. Por lo que se ve, los internautas que cargaron contra la periodista nunca se equivocan, nunca se ponen nerviosos, nunca se asfixian…

Sorprende la forma en la que pretenden aliviar su frustración, sus miedos, sus temores arremetiendo contra otras personas por errores, como es el caso, que no van a influir negativamente en la vida de nadie. Son numerosas las posibles causas de semejante pifia, pero podríamos resumirla en una: Elisa Cardenal no tuvo un buen día. Los nervios le jugaron una mala pasada, algo que nos ocurre, antes o después, a todos los mortales, y en más de una ocasión. ¿Quién no ha pasado alguna vez por el “¡Trágame, tierra!”?La única diferencia es que los demás -al menos la mayoría- no estamos expuestos al directo televisivo.

Según Confucio, “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”. Estoy casi seguro de que la periodista no cometerá el mismo error en lo que le resta de carrera. No puedo decir lo mismo de quienes disfrutan insultando o denigrando a un profesional por el pecado de no ser perfecto.