Oliva de la Frontera se desayunó ayer con uno de sus sucesos espeluznantes que encogen definitivamente el ánimo y extienden el dolor por doquier: un hombre, José Manuel Aguedo, paradójicamente apodado ´El bueno´, hirió a tres vecinos y mató a su hermana, que estaba embarazada, antes de morir abatido por los disparos de la Guardia Civil. Tras el suceso, en las tertulias televisivas de los programas vespertinos han abundado los comentarios sobre si conductas anteriores del homicida, como que el pasado sábado empotrara su coche contra el local vacío donde al día siguiente se iba a celebrar una comida de una agrupación senderista, no era motivo suficiente para haberlo encarcelado. Es fácil, a la vista de lo ocurrido, hacer pronósticos a posteriori, pero por lo que se sabe hasta ahora ´El bueno´ actuó de forma inesperada y, por ello, su conducta era difícilmente previsible.

De igual modo, resulta difícil de juzgar si la Guardia Civil empleó la fuerza proporcionada al peligro o no al disparar primero a una pierna y después al pecho del homicida. Ese momento crítico lo explica bien en estas páginas una vecina y, por lo que dice, no era una situación sencilla. Tendrá que ser el juez quien determine si el agente que disparó hizo lo que no tenía más remedio que hacer o podía haber hecho otra cosa en función de las circunstancias a las que se enfrentaba. Pero hasta que el juez se pronuncie, lo más conveniente será guardarse comentarios que no harían más que enturbiar un suceso ya de por sí suficientemente doloroso.