WLwas dimensiones de la tragedia registrada ayer en el metro de Valencia, donde perdieron la vida al menos 35 personas a causa de un descarrilamiento, obliga a los responsables del servicio a actuar con el máximo rigor para establecer las causas del accidente y delimitar responsabilidades. Habida cuenta de que se trata de una línea con solo 18 años de antigüedad, pero que en septiembre del año pasado sufrió otro accidente, por fortuna de carácter menor, hace falta que la investigación sea exhaustiva para devolver la tranquilidad a los usuarios.

La dirección de Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana y el Gobierno autonómico deben dar cuenta de cómo es posible que ningún sistema de seguridad frenara el convoy, en el caso de que el accidente se debiera a un exceso de velocidad, o de qué fallos en el mantenimiento de la línea desencadenaron la tragedia, si es que la unidad circulaba dentro de los límites de velocidad permitidos. En principio, en una sociedad moderna y desarrollado como la valenciana, constituye una anormalidad absoluta que una misma línea de metro registre dos accidentes en nueve meses. En nombre del respeto debido a las víctimas hay que exigir que esta anormalidad sea la última y se sepa la verdad.