XExs verdad que los dioses juegan con el destino de los hombres y que la aciaga parca afila su guadaña segando la vida de hombres y mujeres con criterios que se nos escapan, pero no es menos verdad que gran parte del avance de la humanidad ha consistido en restarle cada vez mayor campo de maniobra y una parte nada desdeñable del éxito de nuestra civilización estriba en como se ha acotado este campo. También es verdad que junto a un éxito claro en términos históricos, la prueba es la notabilísima prolongación de la vida media humana, ha habido terribles retrocesos y aunque cualquier vida humana sea sagrada y no podamos hablar de letras mayúsculas y minúsculas, no deja de ser cierto que los tratamientos son distintos en función de las causas que producen la muerte, las parcas cumplirán siempre su función natural, incluso biológicamente necesaria, pero nosotros tenemos la obligación de dificultarle al máximo su tarea y esto vale igual para los muertos en carretera durante un fin de semana que para los once muertos en el incendio forestal de Guadalajara, cualquier cosa menos resignarse.

Once muertos en un accidente de esta naturaleza son muchos muertos, son una desgracia, que podía haber ocurrido a cualquier gobierno y a cualquier administración, pero ello no es óbice para que los mecanismos institucionales funcionen y se inicien las pertinentes investigaciones. Que la oposición pida explicaciones no sólo es lógico y normal, sino que está en su derecho e incluso es su obligación, el hacerlo con las formas y modos a los que obligan las pautas de conducta de una democracia consolidada y madura también. Aunque sea inevitable que la oposición juegue su papel primordial de erosionar al Gobierno, bien sea éste regional o nacional, no estaría demás, sino todo lo contrario, que una buena parte del debate se centrase en las causas que han producido esta tragedia y en la manera de evitarlas dentro de lo posible.

La profunda descentralización política y administrativa que supone nuestro actual Estado de las autonomías, ha centrado lógicamente la mayor parte de sus esfuerzos en los repartos competenciales y menos en la coordinación de los mismos, y es razonable que por la propia dinámica de los hechos las cosas se hayan producido de esta manera, pero con la experiencia ya adquirida del rodaje del sistema, no se caerá en jacobinismo alguno, si se profundiza en los mecanismos de coordinación. No es fácil la problemática de los incendios forestales, con causas comunes y distintas según los territorios, máxime en un país como el nuestro, en el que gran parte de nuestra geografía está sometida a unos veranos tórridos y prolongados de una sequedad extrema, tampoco ayudan algunos hábitos culturales que tenemos todos profundamente arraigados, pero a pesar de tantas circunstancias adversas, la necesidad de contar con masas forestales significativas es imperiosa y apremiante en una geografía inhóspita que camina hacia la desertización, y a este respecto el lema debería ser, si se nos queman diez mil hectáreas replantemos veinte mil.

Lo triste y muy lamentable de este debate es, que se suscita como fruto de una tragedia, y por encima de cualquier consideración debe prevalecer el análisis de la misma, buscando aquellos elementos de seguridad que disminuyan los riesgos de pérdidas de vidas humanas; lo ideal sería eliminarlos y ese debe ser el objetivo, aun a sabiendas de que esto es prácticamente inalcanzable.

Las medidas tomadas por el Gobierno el viernes último, dictadas desde la urgencia y con urgencia, apuntan en la buena dirección, pero de poco valdrán si la ciudadanía no asume la necesidad de cumplirlas. Somos un país acostumbrado a tener disposiciones que no cumple nadie, piénsese por ejemplo, que está prohibido ir en las autovías a más de 120 kilómetros por hora y es muy raro que alguien respete este límite de velocidad. La ley hay que respetarla siempre, máxime cuando intenta proteger vidas.

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA