TEtn esta medianera que lleva de junio a julio se observan cosas extrañas. Es una franja en la que transitan corredores aficionados con cara de necesito entrar en el bañador como sea antes de agosto , corredores temerarios ante los toros sanfermineros, corredores profesionales sobre las bicis del tour, corredoiros aprovechados, como Fraga , que antes de salir de su sillón de percebes y obradoiros va a hipotecar Galicia hasta el año en que le beatifiquen, y corredores de comercio en busca de rebajas.

En Badajoz la feria deja un poso de arcas vacías que sólo tiene como horizonte de esperanza el nuevo casino. Antes, acabada la feria, se te plantaba como una muralla de plomo candente y sol radiante, que era el mes de julio, que sólo se abría para precipitarte en el infierno playero del que salías a base de préstamos y comer huevos fritos y pimientos en La Antilla. Muchos, como mi amigo Quique , renunciaban a última hora a arrancar el coche cargado con maletas y sombrillas, bajo cualquier pretexto casi siempre médico, y volvía a subir las escaleras de su casa para entrar en la depresión estival, fumarse en el balcón todo el mes de agosto, y resucitar el uno de septiembre con un afeitado y un: "Mari , ¿por qué no vamos al cine esta tarde?" (Solía dolerle la lengua después, tras treinta días sin usarla).

Yo he visto a gente rejuvenecida en septiembre, aliviada, relajada, libre de esa espada de gastos inútiles (choco, pistolas de agua, sillas de playa, crema protectora, libros de Sagan...) y he tenido siempre como un placer extremo esa caída del sol septembrino, arropado por brisas que anuncian inviernos, y con el horizonte laboral como paraíso reconquistado.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala