La red de trata de personas constituye un hecho criminal que esconde el poder de las mafias, que actúan bajo el efecto intimidatorio, en su mayoría a mujeres, que se quedan a merced de las mismas. Y todo ello en su recorrido desde países con grandes dificultades económicas, en pro de un futuro mejor. Deleznable todo ello por el uso mercantil que se hace del ser humano, y terrorífico por cuanto que se aprovechan de esa indefensión para cometer sus fechorías.

La legislación española fue modificada para que esas personas, víctimas de esas mafias, pudieran denunciar y servir esa denuncia como salva conducto para poder tener el derecho de residencia en nuestro país. Toda esta trata de personas tiene un fin sexual, lo que nos da idea de este tipo de negocios y el carácter de organización criminal. En las últimas detenciones en nuestro país se confirma este dato, por lo que habría que incidir en investigar este tipo de actividades, y su, a veces, la cotidianidad de las mismas, teniendo en cuenta que muchas de estas acciones tienen lugar en pisos dentro de comunidades de vecinos, con apariencia de normalidad. Por lo que hay que permanecer atentos a este tipo de esclavitud, y desde luego seguir especializando a las fuerzas y seguridad del Estado en la lucha contra este tipo de entidades criminales.

En nuestro país por su situación geográfica existe una concurrencia de mapa delincuencial que mueve este negocio a lo largo y ancho desde países africanos a lo largo de toda Europa.

¿Qué se puede hacer como sociedad civil? Desde luego no permanecer ajenos a nada de esto, y estar atentos a esas mujeres que se ven envuelta en el trágico destino del engaño para convertir a su vida en una especie de presente, en manos de otros seres humanos sin escrúpulos, que buscan en el sexo una forma de sometimiento indeseable. Se debería indagar, también, cuando se detienen a esas mafias, a los que benefician de esta trata de personas, y las lucran, mediante el pago de esos servicios. Me contaban una historia de una menor (retenida por esas mafias) que el enlace fue su propio cuñado. Y esa confianza otorgada por el hecho de haber llegado a España de la mano de su cuñado, hizo caer la voluntad de la chica en relación a ese tráfico de personas y todo ello, bajo la amenaza de que sus padres pudieran sufrir consecuencias si no se sometía a lo que las mafias le demandaban. Penoso, sin duda, esa sensación de impunidad que muestran estas organizaciones, y que las hacen tan poderosas. De ahí que convenga publicitar cuando se les detienen y se les consigue romper en su estrategia de negocio. No se puede tolerar este tipo de aparente impunidad, porque en juego está la libertad y la dignidad de tantas y tantas mujeres.

Cuesta entender esa degeneración del individuo cuando la misma está basada en el daño y la explotación personal como recompensa de la actividad criminal. Porque en este tema poco podemos frivolizar si con ello damos una cierta complacencia a los que dicen ofrecer un servicio que es demandado por los que participan como clientes, en este negocio que no puede ser denominado de otra manera que de trata de personas con fines de esclavitud sexual. Y en esa dirección se deberían también tomar medidas, si esa receptación del hecho delictivo sirve para fortalecer y hacer prosperar a estas mafias.