No ha tardado en aparecer otra novedad anunciada para esta segunda guerra en territorio de Irak: ambos bandos permiten la difusión, según les convenga, de las imágenes de muertos y de prisioneros del bando contrario. Empezaron Estados Unidos y Gran Bretaña, con la pretensión de que se trataba de iraquís que se rendían de manera sumisa y casi agradecida. Todo cambió la tarde del domingo cuando el canal internacional en árabe Al Jazira difundió los rostros de cinco militares norteamericanos capturados. Le faltó tiempo al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, para protestar porque se había violado la Convención de Ginebra sobre el respeto a los prisioneros de guerra. Era una apelación justa, aunque pronunciada por quien menos autoridad tiene para hacerlo, habida cuenta de cómo ha tratado Estados Unidos a cuantos considera sus enemigos desde los atentados del 11 de septiembre del 2001.

El episodio de la exhibición de prisioneros debe aprovecharse. Ya que se vuelve a hablar de trato humanitario, hay que exigir que esa competencia sea exclusiva de la ONU y de otras organizaciones solventes como la Cruz Roja o la Media Luna Roja. De la bondad de trato de los contendientes a sus prisioneros no se fía nadie.