No son partidos, son bloques. Uno de izquierdas, otro de derechas y un tercero independentista. Sobre esa terna gira todo: la conformación del arco parlamentario y la constitución del próximo gobierno. Si Podemos desangró en su momento al PSOE robándole millones de votos y haciéndole bajar hasta los 84 diputados, ahora Vox hace lo propio con el PP. La prueba evidente de ello es que la bajada de Podemos hasta el retorno de Pablo Iglesias solo ha beneficiado al PSOE y el ascenso de Vox hasta que Pablo Casado ha sabido reaccionar --tarde pero reacción al fin y al cabo-- sólo ha perjudicado al PP. Ciudadanos, por contra, es un partido que se mantiene en terreno de nadie sin saber muy bien hacia dónde dirigirse, si a derechas o a izquierdas. Si suma con PP y Vox participará de la reedición del modelo andaluz, eso parece a tenor de los lances de Rivera a Casado, pero si no suma y el PSOE está dispuesto a negociar nadie sabe qué va a ocurrir porque por el bien de España uno se sienta con quien haga falta, aunque sea con el mismísimo diablo.

Pedro Sánchez se mantiene estático. Digamos que la campaña no le acompaña. Estos 15 días de mítines y actos públicos solo le van a hacer perder ventaja. Está en esa posición en la que solo quiere apostar por la movilización de su electorado y poco más. Una sobre exposición como candidato no le viene bien y ha apostado por una campaña presidencialista nada estridente, de tono moderado. Se puede decir que ha copiado el modelo de Rajoy de cintura de madera pero llevado a la esfera socialista. El mismo consiste en dejar a los enemigos que se maten a mordiscos entre ellos y hacer el camino hasta las urnas en solitario. Todavía recuerdo cuando el ex líder popular le decía a Pablo Iglesias en la campaña electoral de 2015: «Vais muy bien, seguir así».

Nunca el PSOE había tirado tanto de estrategia. Las ideas eran suficientes para ganar elecciones. Ahora pareciera que midiera cada paso, en el convencimiento de que cualquier equívoco o metedura de pata pudiera dar al traste con el plan trazado desde la moción de censura y la fallida negociación presupuestaria posterior.

La no aceptación del cara a cara televisivo con Casado va en esta estrategia, lo mismo que imponer la entrada de Vox en el debate a cinco, para hacer bulto en la derecha y provocar que el elector conservador pierda la perspectiva dividiéndose en tres. De ahí el empeño del PP por el voto útil y de ahí también la campaña emprendida por Casado de hacer entender a la gente que votando a Vox y no al PP solo beneficia al PSOE en las circunscripciones más pequeñas.

¿Qué va a pasar? Pregunta toda la gente, empezando por los políticos que cuestionan a periodistas o analistas sobre el resultado de las urnas el 28 de abril como si alguno escondiéramos una bola de cristal bajo la mesa. Nadie lo sabe. Todo hace prever (a tenor de las encuestas) que el ascenso del PSOE en detrimento de Podemos y la bajada del PP en beneficio de Vox va a hacer ganar las elecciones a Pedro Sánchez. Esa sería, al menos, la foto fija de hoy, Domingo de Ramos. Pero todo puede cambiar después de esta Semana Santa de pasión y el Domingo de Resurrección, cuyo nombre no puede ser más apropiado si se asemeja a una campaña electoral.

Pero quizás haya una incógnita mayor y es ¿caso de ganar Sánchez, podrá gobernar? Pues a fecha de hoy tampoco hay respuesta clara a esa pregunta dado que se desconoce si el resultado de las urnas le permitirá buscar el apoyo de Podemos o incluso de Ciudadanos o si, para ello, será necesario que el tercer bloque, el independentista, tenga que apoyarle o abstenerse, lo cual abriría otro campo de batalla con el resto de socios de gobierno.

En los tiempos del bipartidismo todo era mucho más fácil. Un bloque bajaba y otro subía en función del gobierno y la alternativa. No se ganaban elecciones desde la oposición, sino que se perdían desde el gobierno. Punto. Ahora, todo ha saltado por los aires. La explosión de fuerzas políticas, hasta 5 en liza con peso específico, y la posición de partida de un gobierno en el poder gracias a una moción de censura, hace imposible plantear pronóstico seguros y, lo que es peor, determinar si el resultado de las urnas va a ser suficiente para conformar un gobierno. Todo está abierto, a pesar de las encuestas.