Poco surfer para semejante maremoto. Los chamanes no dan abasto; van y vienen cargados de mercancía averiada por los jardines de palacio. Doctor Fausto y Mefistófeles pasean los dos cogidos de la mano.

El torbellino del tiempo ha decidido que triunfe el odio. No eres tú. Ya no. Eres un pedacito de clase en lucha contra otra. Eres un sexo enfrentado a otro. Eres de aquí para abominar de allá. Eras piedra y te quieren pedrada. Te han enredado en la batalla del verbo donde nada es verdad, donde nada es mentira. Todo es propaganda mientras la verdad sangra, torturada, en un cuarto oscuro. Vino, juncal, a resolver los problemas, y, al final, la mejor definición de problema es él.

Más tarde llegó el tercero. A la caza del banderín (rojo y gualda), del cacerolazo y de todo lo que no se arrodille. Alguno, despierto y dormido, ya le ha visto las puertas al paraíso (solo rojo). «Pablito clavó un clavito en el ojito de su vecinito...» cantan las niñas que juegan a la comba (y golpean cacerolas), mientras, él, al fondo del cuadro, vestido de casta y niño pionero, centra el tiro. Yo creo que ha perdido el oremus. Con apenas treinta espuelas anda cabalgando un caballo llamado muerte. ¿Se acuerdan? La cantaba Miguel Ríos. Y antes Medina Azahara. «Es imposible domarlo, desconoce la amistad, es un caballo en la sangre que te reventará, por el camino del caballo tendrás un espejismo, cuando te veas más libre es cuando más cogido estás...»

Pero esta cópula termina en muerte. A los incapaces se los van a merendar los malvados. Quien debiera mandar está tan ciego que es incapaz de ver el fuego en que se ha de quemar. Se sabe infinitamente inferior; poco más que un escombro intelectual ante quien ha venido a devorarlo. No es más que una marioneta en el guiñol de la destrucción de España. Alguien le susurra al oído que el mal tiene nombre de varón. «Escucha mi voz hermano, desnuda está de moral, apéate del caballo y empieza a caminar...». Un caballo que viene a vengarse de cuantos no beben el agua que bendice. Que viene perpetuar la miseria para así ser eterno adalid de los miserables. Que viene a descoyuntarle los huesos a la patria. Y de momento va pudiendo.

Y nosotros confinados. Condenados a pena de mazmorra y chamanes. Tardes de nevera y manta (y ahora ventilador). Confinados de oca en oca cada quince días y tiro porque me toca. Antes o después caeremos en el pozo de los sapos y los ertes... Van a tener razón los avisados. En este desierto va a escasear la arena. Van a tener razón los descreídos. Solo aciertan cuando rectifican. Van a tener razón los sensatos. Esto es un despropósito supino. Medidas y contramedidas. Promesas tan generosas como falsas que se evaporan en cuanto se lee la letra pequeña. Un brillante escudo social que al final resulta papel de fumar. En los ojos la misma mentira de siempre. Since 1917.

Resumen. Un gran poder implica una gran responsabilidad y a este títere de falsete le viene grande el teatro. Se está ahogando en la atrofia de sus propias decisiones. No se puede engañar a todos en todas las ocasiones. A su chamán le van faltando flotadores. Para gobernar no basta con un saco de ocurrencias y un estado de alarma. Ni con prometer bicocas a siniestro. No, no basta. Si no fuera trágico sería divertido. Pero es trágico. Esto se resquebraja. Las revueltas en la calle están al caer (las rojas y las rojas de indignación). El otro tiene un plan: ha visto el paraíso. Pero que nadie olvide que la persecución de las libertades y el reparto de la miseria no son una patología del pensamiento comunista. Son la fisiología misma del comunismo.