Escritor

Es un acierto del Ayuntamiento de Badajoz darle a Pacheco, Valhondo y Lencero una rotonda. Lo digo con beneplácito, porque uno se pasa las veinticuatro horas del día queriendo decir algo para bien. Es también un acierto del escultor Giraldo, que comenzara con Paki Doncel y don Isauro el arte maravilloso de la escultura. Yo iba por Paki a la vieja cárcel, cuando me enamoré perdidamente, y allí estaba don Isauro dando clases y creando una escuela, que hoy se ven los frutos en esos tres poetas que nos emocionan, y a mí particularmente, porque mi casa y mi estudio están llenos de sus recuerdos, de sus cartas y de su presencia, que se acabará en mí cuando pronto yo me acabe, que me queda poco. En estos días he encontrado gran parte de las cartas de Pacheco, y sus papeles de Sor Armadans , que Cela me envió en el número 32 y después Manolo me dedicara el 43 en una notilla inolvidable, cariñosa, tan admirativa, que me da vergüenza reproducirla, siempre con Manola sobre sus hombros.

Tuvimos una época de vernos en casa de Jesús. Jesús era el Juan Ramón extremeño, porque eran distintos, porque eran poetas de otra estirpe y porque eran geniales los tres, y con los tres me emborraché las pocas veces que me he emborrachado y no voy a decir que fui de putas con Jesús, porque no me lo permitía, teniendo una novia como la que tenía, a la que adoraba. O aquella novia que se echó con sombrero y un caba. O lo que era ir a casa de Luis, que se llevaba a matar con su esposa a los sótanos del chalet donde fundió esculturas en hierros, que después presentara en Madrid vestido de bolchevique. O las visitas de Manolo a la oficina, adonde me llevaba el último poema, pobre de mí, que era sólo un aspirante a leerlo.

Hay que felicitar al Ayuntamiento de Badajoz y a Miguel Celdrán por la gran idea y porque esos poetas, en esa rotonda, emana de ellos algo que ya nunca se repetirá: la genialidad de ellos en una época oscura a la que sobrevivieron por su arte y porque eran excepcionales.