WEw l binomio libertad-seguridad se vio bruscamente alterado en las sociedades occidentales por los atentados del 11 de septiembre del 2001. Desde entonces George Bush impuso en Estados Unidos ciertas excepciones a los tradicionales derechos de los ciudadanos norteamericanos. Aumentó la videovigilancia en las calles y en los edificios públicos; los controles en los aeropuertos y estaciones de metro y ferrocarril se hicieron mucho más severos, y la privacidad en las comunicaciones se vio amenazada.

La sociedad estadounidense, conmocionadapor haber sufrido un ataque salvaje en su propio territorio, consintió que sus gobernantes cercenaran sus libertades individuales a cambio de aumentar su seguridad. Sinembargo, las leyes aprobadas la pasada semana por la

Cámara de Representantes y el Senado suponen ya una vuelta de tuerca intolerable para los parámetros de una democracia avanzada.

La nueva legislación antiterrorista, impulsada porun Bush en horas bajas en las encuestas que trata de ganar terreno apelando a los más bajos instintos de una sociedad atemorizada, establece tribunales militares para juzgar a presuntos terroristas --calificados de "combatientesenemigos"-- acusados de atentar contra Estado Unidos.

Tales acusados tendrán derecho a un abogado, pero nopodrán recurrir contra su detención ante tribunales civiles.

Asimismo, la nueva legislación permite el uso de información obtenida mediante métodos coercitivos. Es este uno de los apartados más escandalosos, pues abre el paso de manera inequívoca a la utilización de la tortura, como han denunciado prestigiosas organizaciones de defensa de los derechos humanos.

Tras el escándalo mundial que ha supuesto la existencia de la cárcel de Guantánamo, el Gobierno de Washington no solo no hace autocrítica, sino que da un paso más en el recurso a métodos antidemocráticos dentro de su cruzada contra el terrorismo.

La oposición demócrata se ha opuesto a los nuevosplanes de George Bush. Pero la proximidad de las elecciones legislativas, el próximo 7 de noviembre, hacen que su posición haya sido muy moderada. En el fondo, los demócratas saben que Bush aumenta su popularidad en la medida en que endurece la legislación, aunque sea a costa de derechos conquistados a lo largo de la historia. Tan escalofriante fenómeno es el que ha llevado a The New York Times aafirmar que la democracia pasa en EEUU por uno de sus momentos más bajos.