Cuarenta años largos hace que los trujillanos nos quedamos sin nuestro teatro Gabriel y Galán por un incendio. Era una verdadera joya. En su lugar nos colocaron una especie de salón que ni remotamente se asemeja a aquel y que, por tanto, mejor es no dedicarle el más mínimo comentario. Solo apuntar que es muy deficiente, pequeño e incómodo y que para remediar tantas deficiencias malgastan el dinero en pequeñas chapuzas que, ni por asomo logran proporcionarle el esplendor que tuvo.

Trujillo, una ciudad como un patrimonio histórico único y con un turismo importantísimo, no cuenta con el lugar idóneo para desarrollar un verdadero programa cultural, así como tampoco con el atractivo que el teatro significaba.

Son muchos años sin él y siempre el argumento empleado ha sido el mismo: no hay dinero. ¡Qué malos gestores hemos tenido!

Reconozco que los tiempos por los que ahora atravesamos no son los mejores para adecuarle como se merece, pero otras ciudades extremeñas han logrado reformar o construir sus teatros, auditorios, salas culturales, palacios de congresos, etcétera. Sirva como botón de muestra lo conseguido en Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres.

Recuerdo como unos meses antes del incendio del teatro trujillano realicé una actuación (quizás la última que se dio en ese escenario), con motivo de la proclamación de la reina y damas de honor de nuestras fiestas patronales. No sé cómo, tiempo después me pidieron unas fotografías del teatro porque querían restaurarle y adecuarle a su estado primitivo. Evidentemente, nunca lo consiguieron.

Cada vez que tengo la oportunidad de actuar en otros escenarios de teatros similares, especialmente extremeños (López de Ayala en Badajoz, Gran Teatro de Cáceres, Alcázar de Plasencia,...) sufro como trujillano nuestra dejadez y la nostalgia y, sobre todo, la tristeza se instalan en mi interior por el maltrato dado a nuestro queridísimo teatro Gabriel y Galán.

Maltrato que, sin duda, se debe a la ignorancia de quienes parcheándolo creyeron haberlo recuperado y al desconocimiento del protagonismo que tuvo en la reciente historia trujillana de los dos últimos siglos.

Isidro Ortega Barrado **

Trujillo