En el este (de Estados Unidos), podría ser la Nochevieja más fría de todos los tiempos, tal vez podríamos usar parte de este calentamiento global que hace que únicamente nuestro país estuviera a punto de pagar miles de billones de dólares para protegerse. ¡Abriguense!», tuiteaba Donald Trump este pasado 29 de diciembre ante el temporal de nieve que sacude su país.

Las principales consecuencias del cambio climático, enumeradas por Intermón Oxfam, son: temperaturas más cálidas, tormentas más intensas, propagación de enfermedades, olas de calor más fuerte, derretimiento de los glaciares, huracanes más peligrosos, cambio de los ecosistemas, desaparición de especies animales, aumento del nivel del mar y alimentos más caros. Es decir, menos recursos que conduce a más hambre, más pobreza y, probablemente, más guerras.

Es preocupante que el, todavía hoy, hombre más poderoso del planeta utilice Twitter cual barra de taberna para hacer chistes malos, pero lo es más que realmente él se tome a broma la mayor amenaza actual a la que hace frente el planeta. Porque el presidente Donald Trump sacó a su país de los Acuerdos de París que buscan reducir la emisión de gases invernaderos. Porque cree que el cambio climático es un invento de los chinos. Y que el futuro de la humanidad y de los seres que habitamos este planeta esté en sus manos es cuanto menos desolador.

Ni la cifra de 3,8 billones en pérdidas calculada por el Banco Mundial a causa de los desastres naturales desde 1980 conmueven al magnate. Ya es sabido que no hay mayor ciego que quien no quiere ver.

Y pensar también que quienes veíamos la derrota de Hillary Clinton como un merecido golpe al ‘establishment’ ahora la tenemos en nuestras oraciones.

Ojalá 2018 traiga un poco de razón a ese niño malcriado del que depende el porvenir mundial. O, para ser más realistas, que al menos se quede en su torre de oro tranquilito, sin hacer nada. El mundo necesita más que nunca de líderes visionarios, no bufones. Y menos bufones malos. * Periodista.