Periodista

Hemos vuelto a 1936. Se escucha ya la voz que clama contra el socialcomunismo y que anuncia males terribles para España si la alianza roja se llega a consolidar. La misma cantinela se escuchará en las próximas semanas en plazas de toros y polideportivos. Cada vez más enardecida, ante el entusiasmo de los seguidores.

No es que el señor José María Gil-Robles haya resucitado y se cree estar, en la campaña de a por los 300 , cifra de diputados en las Cortes republicanas con la que tenía que frenar al Frente Popular. El lenguaje es caprichoso y mutante. En 1936, la palabra popular era sinónimo de puños al aire, cantos revolucionarios y pañuelos rojos anudados al cuello. Ahora, en España, equivale a ultraconservadurismo. Es Aznar el que se escucha anunciando la posibilidad de males tremebundos. No se los atribuye al Frente Popular, lo que volvería turulato al personal. Advierte de los peligros de una alianza de socialistas y comunistas , que en el fondo es lo mismo.

Sorprende de hasta dónde puede llegar en algunos la arrogancia del poder. Esgrime el fantasma socialcomunista y pretende que el señor Zapatero aclare si piensa gobernar con el señor Llamazares, como si él hubiera desvelado en 1996 su alianza con los nacionalistas, antes de las elecciones. Los pactos sólo son posibles después de conocerse los resultados y los de esta vez no se sabrán hasta la madrugada del 26 de mayo. Quedan cuatro semanas de vociferación antifrentepopulista.

¿Qué le ha hecho Llamazares a él, que tan bien se entendió con Anguita, hasta el extremo de componer juntos una alianza contra natura? Formaron la famosa pinza que apretaron los dos contra Felipe González. Misterios de la política.