Historiador

Tenemos en Extremadura ciudades y zonas que de por sí son un atractivo turístico inapelable. Decir Mérida o Cáceres, Guadalupe, Trujillo, La Vera, El Jerte, la zona de Pantanos... es situarnos ante unos patrimonios histórico-artísticos, culturales, paisajísticos, de inmenso valor. Por eso, cada día son más los visitantes que se acercan a ellos, aumentan sus tiempos de estancia y divulgan sus encantos.

Sin embargo, hay todo un espacio que, sin que sea desconocido, goza menos del favor de un turismo ávido de este disfrute alternativo y pujante.

Estoy hablando de la raya , de esa frontera ya desdibujada entre nuestra región y Beira Baixa y Alentejo portugués. El encomiable esfuerzo del Gabinete de Iniciativas Transfronterizas de la Junta de Extremadura, de las oficinas de las regiones turísticas portuguesas vecinas y algunos ayuntamientos y cámaras municipales, está dando sus frutos, pero hay que insistir una y otra vez más: estamos ante un conjunto que claramente podría candidatarse, con algo de dedicación, a Patrimonio de la Humanidad.

Desde la incontaminada Sierra de Gata cacereña y su continuación la Serra de Malcata, bajando por la de San Pedro y de Marvao y San Mamede, para acabar, en el sur, en Sierra de Jerez de los Caballeros y Serra de Adi§a, estamos ante un vergel montañoso incomparable.

Desde la amurallada ciudad de Coria y su correspondiente Monsanto, pasando por las localidades lusoextremeñas de Alcántara-Castelo Branco, Valencia de Alcántara-Castelo de Vide-Marvao, Alburquerque-Portalegre, Badajoz-Campo Maior-Elvas, Olivenza-Juromenha-Alandroal hasta Villanueva del Fresno-Mourao, entre otras, nos paseamos por lo mejor de los recintos medievales, abaluartados modernos y patrimonios eclesiásticos y palaciegos.

¡Ah!, y qué tesoros gastronómicos se esconden en cada lugar de los anteriormente aludidos. Visítese, divúlguese la raya; únanse los esfuerzos en la raya, y tendremos una radiante realidad turística y cultural que pocos pueden alcanzar.