TCuriosa estampa la de las ciudades extremeñas llenas de madrileños y demás compatriotas peninsulares durante la Semana Santa. Ese eterno descubrimiento de nuestra tierra por parte de los demás nos llena de un extraño placer, aunque también de un cierto pudor. ¿Qué pensarán de nosotros mientras degustan una tosta de jamón, mientras se relamen con nuestras piedras y tradiciones? ¿O por el contrario estará en sus mentes todo ese estereotipo puertohurraquesco ? El mecanismo más fácil para responderse es recordar los momentos en los que nosotros somos los viajeros y nos perdemos por las calles, los olores y los sabores de Castro Urdiales, Nerja o Pekín: lo más habitual es quedarse con la belleza de los otros sitios en los que nunca viviríamos, pero que ya se quedan con nosotros para siempre, muy dentro.

*Periodista