TNti la historia de Europa puede entenderse sin Constantinopla o el Imperio Otomano, ni el futuro de la Unión se podrá construir en contra de su puerta oriental. La situación de Turquía dista mucho de las condiciones que debe cumplir un nuevo socio europeo debido a la falta de respeto a los Derechos Humanos: Sería inaceptable admitir hoy como miembro de pleno derecho a un Estado en el que la tortura es sistemática y en el que mujeres y minorías étnicas son víctimas de discriminación.

Impedir el camino de Turquía hacia la Unión Europea sólo podría provocar un enroque de posiciones y un agravamiento de las condiciones de vida de la población. En cambio, abrir el camino a la adhesión turca podría poner en marcha procesos para acabar con la situación del pueblo kurdo, podría fraguarse una abolición de la pena de muerte, podrían eliminarse las discriminaciones por razón de sexo e incluso depurarse las responsabilidades de quienes cometieron gravísimas violaciones contra los Derechos Humanos. Para formar parte de Europa no hay que abdicar ni de costumbres ancestrales ni de creencias religiosas, pero cualquier persona debe disfrutar de las mismas libertades sin importar que esté en Amsterdam o en Ankara.

*Profesor y activista de los Derechos Humanos