Más helada estoy que el paisaje nevado de la pantalla del ordenador, y sin palabras para expresar mi desconcierto, incredulidad o desesperación, como reacción al tweet de Fernández Vara, antes de trascender lo del presunto sabotaje. En él exige a Renfe que informe inmediatamente de las causas del accidente ferroviario de Torrijos, pues según él tiene que haberlas, así que hay que contarlas, para determinar responsabilidades. ¡Tiemble el inocente cabeza de turco de turno, si es que al fin le toca pagar otra vez!

En función de ello, continúa el contundente mensaje, decidir si lo honesto no es suprimirlos hasta que se inaugure la nueva vía. Sí, amable lector, ha leído bien. Aparte del incorrecto uso del infinitivo, esta desastrosa aunque honesta solución es lo único que se le ocurre al presidente de todos los extremeños que tardan seis horas en llegar de Badajoz a Madrid, cuando no se quedan tirados en medio de la llanura, se les quema el vagón o se les rompe el váter. La quintaesencia de la inacción conformista, marca de la casa. Consumar hasta el extremo y por unos años el aislamiento extremeño y dejar a toda la región sin tren, en lugar de anunciar su determinante decisión de hacer algo efectivo que presione al gobierno. Que no digo yo que amenace con una DUI a la extremeña, pero podría al menos encadenarse con sus consejeros a la puerta del ministro Ábalos o colgar un enorme lazo blanco, verde y negro en la puerta de la Moncloa, o, mire usted, negarle los votos a las cuentas antes de que se las aprueben Rufián y demás colegas y se embarque Sánchez en esos numerosos viajes que pretende, con o sin Begoña, que al detalle no lo ha explicado TVE, cuando relata que la inversión millonaria propuesta para Cataluña es porque todavía faltan algunos milloncejos comprometidos en el Estatut.

¿El tweet de la vergüenza, de la desidia, de la inoperancia, de la frustración, de la resignación, de la inacción, de la invisibilidad, de la marginación, de la pataleta infantil? Llámelo usted como quiera, paciente amigo extremeño. A una, por hoy, no le queda más rencor.