XExnrique Barón , líder de los socialistas españoles en la Eurocámara, ha publicado un libro titulado ?Europa. Pasión y Razón?, uno de cuyos ejemplares ha tenido la amabilidad de enviarme. Se trata de una recopilación de intervenciones y artículos suyos acerca de un asunto de actualidad política: Europa y el Referéndum. Son reflexiones llenas de interés, no sólo por lo que dicen, sino también porque demuestran hasta qué punto el momento en que nos encontramos no ha surgido de la casualidad, ni de la improvisación, sino que deriva y proviene de años atrás, desde 1948 y es debido a la voluntad de muchos. La idea es atrayente, primero por real y segundo, porque enaltece la conducta de quienes lograron que los árboles si dejaran ver el bosque de un proyecto común frente a los nuevos desafíos. Y eso hoy, acostumbrados a una política demasiadas veces sin perspectiva, es de agradecer.

De entre los artículos hay uno que quiero reseñar: la relación del proyecto europeo con las ciudades o mejor la importancia de la participación de las mismas en aquél. Desechando el complejo de hermanas pobres, pues realmente las raíces de la democracia europea se hunden en ellas, recuerda Barón que el origen de Europa estuvo en sus ciudades. En España, las urbes fundadas por fenicios, griegos y romanos lo atestiguan. Hoy más del 70% de los europeos viven en núcleos urbanos de más de 100.000 habitantes. La gente reside en ciudades y pueblos, que precisamente es donde se concretan las políticas del día a día.

No es posible hablar de participación y aceptar que la subsidiaridad viene del ciudadano como hombre libre, sin que se produzca un debate sobre sus necesidades y, por lo tanto, sobre los servicios de interés general o públicos que se le ofrecen directamente: educación, salud, cultura e incluso, limpieza urbana, transporte público, guarderías o correos. Son servicios que han de prestarse en condiciones de igualdad, transparencia y competencia, por los alcaldes y concejales, como poderes locales, encargados de gestionarlos y concretarlos.

Es obvio que esa concreción de las políticas ha de garantizar la plena accesibilidad y el control a los vecinos. La realidad es pluridimensional y por eso, asuntos tan distintos como la calidad del entorno, los intereses urbanísticos, la inserción de los jóvenes o las canteras de empleo deberán conciliarse en esa compleja tela de araña en la que se desarrolla la vida de todos. Si la Unión defiende una serie de valores comunes cuya concreción busca garantizar estos aspectos, cabe decir que la Unión conviene a las ciudades y éstas son el marco en el que aquellos se desarrollan.

Mucho tiene que modificarse todavía para ello, al menos en lo que se refiere a España. Un informe elaborado por la Federación Española de Municipios y Provincias afirma que en el año 2001 los ayuntamientos españoles tenían una capacidad de gasto de 1.045 euros, frente a la media de la UE de más de 2.500 euros. El informe revela, además, la poca participación de aquellos en el gasto público, 13% frente al 22,57% de media europea y la escasez de las aportaciones de otras administraciones a los presupuestos locales, 36% frente a la media ponderada del 44% en Europa.

Y para acabar de arreglar las cosas hoy se conoce que los ayuntamientos extremeños fueron de los que menos compensaciones recibieron en el año 2004 por la pérdida del Impuesto de Actividades Económicas, unos 7.122.328 euros, lo que supone la quinta menor cantidad, sólo por encima de Cantabria, La Rioja. Melilla y Ceuta.

Si como confirma el último informe demográfico del Instituto Nacional de Estadística, avanza el despoblamiento de los pequeños municipios extremeños del que se favorecen las localidades del tipo Cáceres, que entre los años 1999 y 2004 registró un aumento importante de personas, algo habrá que hacer al respecto. ¿O miramos para otro lado como siempre haciendo como que no pasa nada?

*Portavoz socialista en el

Ayuntamiento de Cáceres