Un analista afirma que la Unión Europea (UE) ha lanzado por fin "la madre de todos los planes". La UE había tardado en afrontar la crisis griega, que se arrastraba desde enero. El euro, un edificio en construcción --moneda sin Estado detrás y con poca coordinación fiscal--, sufrió. La deuda pública de Portugal, España e Italia tuvo peligro de contagio. Incluso Francia anunció un plus de contención presupuestaria. Y el propio Obama pidió más decisión para defender el euro. Temía que el miedo a la deuda europea acabara afectando a EEUU, que también tiene un déficit público mayor del 10%.

Pero el peligro ha sido tan fuerte que al final Europa ha reaccionado. Los gobiernos han instrumentado, con participación del FMI, un fondo de 750.000 millones ícifra impresionante, que es un arma de disuasión masivaí para los países que se vean privados de financiación en los mercados. Y el Banco Central Europeo ha anunciado la compra de bonos de los estados, y de las empresas, que sufran ±severas tensionesO. Así, la especulación bajista tiene todas las de perder. Los mercados han tomado nota. Los diferenciales con los bonos alemanes a 10 años han vuelto a cotas más normales --el griego se ha reducido de 965 a 380 puntos básicos (centésimas), y el español de 164 a 97--, el euro ha dejado de caer y las bolsas se han disparado. El Ibex español se revalorizó ayer un 14% (la mayor subida en sus 18 años de vida), lo mismo que perdió la semana pasada.

Los países del euro han reaccionado tarde e improvisando. Pero bien está lo que bien acaba. Ahora es obligado avanzar en la coordinación de la política económica y asumir que una moneda única, cuando hay tormenta, necesita tener detrás un banco central decidido y algo similar a un Estado.

España también lleva retraso. El plan de austeridad de enero debía haberse ejecutado con más fuerza y la reforma laboral no puede llevar dormida más de un año por más voluntad de diálogo que se tenga. Por eso ha habido que añadir 15.000 millones (5.000 para el 2010) a los 40.000 millones de recorte presupuestario a tres años decidido en enero. España improvisa. También lo hace Europa. Pero hay que aprender la lección. Dilatar decisiones obligadas solo empeora las cosas. Deberemos recortar más el gasto público, lo que, a corto plazo, tiene un efecto contractivo. No es lo más conveniente, pero es inevitable si queremos disponer --Estado, bancos, empresas y familias-- de la financiación necesaria.