TEtl infame atentado terrorista llevado a cabo en Bruselas vuelve a llenar los ojos de los europeos de lágrimas, que aún siendo el lugar lo de menos, no ha sido elegido aleatoriamente. No soy amigo de escribir sobre tan execrables actos, pues considero es también unos de los fines último que se persigue por parte de los terroristas, influir a través del miedo en la ciudadanía de a pie, cambiar nuestros hábitos de vida, o simplemente dedicar algún tiempo a tan repugnante acto, llámense como se llamen, pertenezcan a una religión, a un movimiento o a una reivindicación, pues por sí solo el medio deslegitima la causa y es ahí dónde creo radica la falta de solución.

Mientras se suceden tan abominables actos, nuestros responsables políticos, de toda Europa, buscan y rebuscan en el diccionario frases lapidarias y emotivas sobre la libertad, la justicia, la actuación conjunta y un final feliz a través de la unión, que ojo, bienintencionadamente buscan trasladar un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía. Sin embargo, qué se hace pasados tres días, dónde está esa unión, o mejor dicho, qué solución aceptada y consensuada por todos se adopta, y el problema es que no solo es Europa, el problema es global y sí es cierto, la solución global.

Sin embargo, qué se hace, pues más que adoptar castigos sumarísimos, --cuando un fundamentalista se inmola, es decir, está dispuesto a perder su propia vida, no sé si es más conveniente que sea un héroe para ellos que un mártir contra nosotros-- o empezar guerras, primero porque las guerras son entre países y el enemigo en este caso no es ningún país, lo que no quita el actuar conjuntamente en determinados países de todas las formas posibles, primero políticamente.

Pero lo importante es preguntar dónde están los musulmanes que no abrazan la violencia, dónde están esos millones de personas. Son los propios musulmanes los que deben salir a la calle, publicitar su mensaje de paz, influir en sus jóvenes y condenar dichos actos, por todos los medios y difusiones posibles, públicas y privadas, en mezquitas y en cadenas de televisión, y redes sociales, no nosotros, poca credibilidad para un radical podría tener un cristiano o un agnóstico.

Solo cuando acabemos con esa maldita radicalización extremista echaremos la última lágrima.