Otro fin de semana más. Otra larga y angustiante madrugada. Otra vuelta a la triste realidad desconcertante. Soy un joven que hace 10 años se trasladó junto con su familia desde una localidad cacereña a vivir a la capital, a Cáceres, ciudad patrimonio de la humanidad. ¡Qué triste observar impotente que el sueño de una familia humilde por tener una propia vivienda y vivir en igualdad de condiciones se desvanece gracias a que noche tras noche y fin de semana tras fin de semana el escándalo impune destroza poco a poco nuestro bienestar! ¡Qué triste ver como una madre lucha, como puede, por pagar una hipoteca con el apoyo de todos para que durante 5 noches a la semana no podamos descansar como todos los ciudadanos! ¿Qué triste, verdad? Y qué triste resulta sobre todo que, en la mayoría de las ocasiones, la policía local te diga a las 4 de la mañana cuando la llamas que contra esta multitud de jóvenes que desde las 12 de la noche lleva bebiendo en la calle, fumando hachís y pegando voces no puede hacer nada porque deducen los señores agentes que dichos jóvenes están charlando.

Qué triste que nuestros agentes lleguen incluso a colgarte el teléfono y que con ello te veas en el más absoluto desamparo. Qué triste realidad. Y todo esto, cada noche, de miércoles a sábado enfrente de mi casa. En Santo Domingo concretamente. No sabemos qué hacer y rogamos nos ayuden.

JOSE FRANCISCO MARIN ARROYO. Cáceres