España se ha caracterizado, desde los inicios de la transición, por carecer de una fuerza política ultraderechista. Un mérito en parte achacable a Manuel Fraga , que, con su Alianza Popular, formó una barrera de contención de las aspiraciones situadas a su derecha. Y, así, Blas Piñar se estrelló continuamente contra las urnas, lo mismo que otras formaciones de este cariz, cuya militancia, en la mayor parte de los casos, cabría en un taxi.

Ahora estamos ante convocatorias de manifestaciones nostálgicas, casi como ante cada veinte de noviembre, cuando algunos quieren celebrar otro aniversario de la muerte de Franco . Si exceptuamos a algún grupúsculo de energúmenos, que se tildan a sí mismos de neonazis, cuya ideología se basa en el racismo puro y duro y en la violencia contra quienes no pueden hacerles frente, pienso que no hay nada nuevo bajo el sol de España en la convocatoria de este año. Si acaso, que se les acaban las convocatorias en aquel cementerio de lujo donde reposan los restos del anterior jefe del Estado.

Porque no me parece que haya que confundir unas cosas con otras, ni mezclar las proclamas radicales que se lanzan desde algunos medios de comunicación, que bordean el antisistema, sí, pero que no constituyen un peligro amenazante, con la existencia de estos facciosos, que utilizan los nombres de Franco y de José Antonio Primo de Rivera para darse verosimilitud política.

Soy partidario de que todos puedan expresar sus ideas, aun cuando coincidan con las antidemocráticas y aberrantes de los dos personajes históricos citados. Pero ya digo que algunos de quienes se reconocen neonazis , y de quienes son sus expresiones encorbatadas, solamente utilizan las losas del Valle de los Caídos para amparar su afán por el desmán y la violencia.

Desde luego que jamás me verán participando en una de sus manifestaciones, porque me repugna lo que predican y más aún lo que callan pero se les sobreentiende; pero me gustaría estar seguro de que puedo pasar por las cercanías de una reunión de esta gente sin sentirme atemorizado. Y, hoy por hoy, nadie me garantiza que varias decenas de estos tipos reunidos en manifestación se comporten de una manera pacífica y tolerante. Por mí, que se manifiesten si quieren; pero que los vigilen.