La mañana del domingo en que mi país enloqueció, y las redes aullaban mentiras, disfrazadas de posverdad, sea lo que sea esa palabra, fuimos a verte al hospital donde estás ahora.

El día había amanecido precioso, con una luz mantecosa de otoño, y casi podíamos sentir un olor a tierra mojada, deseosa de esa lluvia que no llega. La clínica estaba casi vacía, y atravesamos dos pisos desde urgencias, sin hablarnos, sobrecogidas por la luz domesticada de los pasillos.

Tus ojos parecieron alegrarse al vernos. Solo lo parecieron. No podemos saberlo. Ya no puedes hablar, pero atendías o queríamos creer que atendías, a toda esa palabrería con la que te estábamos bombardeando para no escuchar nuestro silencio.

Siempre has sido muy bien plantado, te dijimos. Y te hablamos de mi hijo pequeño, que te tira los brazos cuando te ve, y de mil minucias que recogías con un movimiento de ojos. Hubieras disfrutado opinando de la locura reinante, y nos hubieras hecho reír, seguro, con una de tus salidas. Hubieras, sí.

Abandonamos la clínica calladas, sin mirarnos. Fuera, el supuesto estado represor en el que habíamos estado viviendo sin saberlo, nos recibió como si nada.

Toda la vida educando a mis hijos en libertad sin darme cuenta de que por lo visto no vivo en una democracia, sino en una dictadura horrible que me tiene aprisionada.

Al menos eso dicen algunos. Qué cosas. La tiranía y el fascismo siempre están en el lado ajeno.

Cuánta falta hace un diccionario y más educación, de la de verdad, no de la que se basa en el adoctrinamiento. Hubiéramos hablado de todo esto fuera de esos pasillos vacíos. En las pistas. En la terraza de la sede. En la piscina. Pero bajamos las escaleras y salimos al día que empezaba a estropearse. De todo lo que se perdió este domingo, lo único que mereció la pena fueron tus ojos. Lo demás, hojarasca, fruslerías, vientres hinchados de poder que eructan mentiras, banderas y más banderas, un viento que arrastra polvo y no llega a tu habitación, la única patria posible de todos los que te estimamos tanto.