WLw a banda terrorista ETA ha anunciado, sin decirlo así, que va a volver a matar, y los demócratas debemos estar preparados para ello. La declaración de alto el fuego permanente hecha por ETA el 22 de marzo del 2006 se vio ya bruscamente truncada el 30 de diciembre, cuando estalló un coche bomba en Barajas y mató a dos personas. Con su habitual cinismo, los estrategas de la banda trataron entonces de hacer creer que la tregua continuaba y que el proceso de diálogo emprendido con el Gobierno seguía adelante. Pero, lógicamente, y pese a algunos titubeos iniciales, los contactos se rompieron y el proceso fracasó. La novedad ahora es que ETA vuelve al punto en el que estaba antes de marzo del 2006, es decir, con "todos los frentes abiertos", según la siniestra expresión utilizada en el comunicado de la madrugada de ayer.

No hay que perder ni 5 minutos en discutir quién es el culpable de este regreso a la pesadilla terrorista. Solo quienes ponen bombas son responsables de que exista un anacronismo como es un fenómeno de violencia política en un país democrático y en el que el País Vasco goza de un extraordinario grado de autonomía. Por lo tanto, lo que toca ahora es unidad frente a los asesinos y aplicación sin fisuras del Estado de derecho.

Por eso cabe hacer una apelación a los dirigentes del PP para que no traten de sacar ventajas electorales de esta pésima noticia. Las primeras declaraciones de ayer de Mariano Rajoy, en las que fue más crítico con el Gobierno español que con ETA, resultan por ello muy descorazonadoras.

Se equivocarán los populares si piensan que machacar a Zapatero a propósito de la lucha antiterrorista les garantiza un billete para la Moncloa. Buena parte de la opinión pública sabe que el PP ha exagerado al señalar las supuestas concesiones del Estado a ETA y su entorno. El mismo comunicado de los terroristas demuestra que el Gobierno no ha cedido.

La situación actual requiere altura de miras más allá de la batalla diaria. La que mostró el PSOE al fracasar los intentos negociadores de UCD y del PP y la exhibida por los populares con la tentativa de González en Argel.

También los medios de comunicación tienen parte de responsabilidad en no contribuir a la estrategia de la tensión. Un tratamiento sensacionalista del terrorismo o un empeño en convertir el drama vasco en el centro de la vida política solo aviva la fractura social frente a ETA..

Es evidente que el Gobierno ha sufrido un fuerte desgaste con su decisión de abrir el diálogo con ETA y que esa erosión se incrementará si los terroristas logran sus infames objetivos. Zapatero debe más que nunca ponerse, sin complejos y sin miedo a la oposición del PP, al frente de la mayoría social para resistir la embestida de los asesinos. El Ejecutivo cumplió con su deber cuando creyó, una vez confirmado que ETA había hecho efectivo el alto el fuego, que la paz sin concesiones políticas era un horizonte difícil, pero posible. También lo entendieron grupos políticos, desde Izquierda Unida al PNV, que apoyaron la apertura del diálogo.

El proceso, que desde este diario apoyamos siempre en los términos aprobados por el Congreso, fracasó en realidad con el atentado de Barajas.

Pero mantenemos que Zapatero hizo bien en intentarlo, como hicieron bien los anteriores presidentes. Ha cometido errores. Por ejemplo, transmitir un exceso de optimismo tras los primeros contactos con los etarras o no hablar más claro a los ciudadanos en los momentos críticos del proceso. Pero el PP no se lo ha puesto fácil. La crítica frontal a la política antiterrorista del Gobierno, como nunca se había visto en la España democrática, puede hacer doblar las rodillas del presidente, pero ha introducido un cáncer que este país no se merecía.