THta sido Irene Rigau , consejera de Enseñanza de la Generalitat, la que se ha atrevido abordar uno de esos tabúes en educación tan típicos de los prejuicios de izquierdas, el uniforme escolar. Rigau en buena lógica defiende que deben ser los consejos escolares los legítimos para decidir sobre esa cuestión y para ello se apoya en razonamientos ciertamente difíciles de refutar que debieran ser bandera precisamente de aquellos que abanderan la igualdad, a saber: los problemas que plantea diariamente ir a la moda o las diferencias sociales que se trasladan al centro según el nivel socioeconómico evidenciadas en marcas, modas y modismos.

Además de todo eso existen muchos más motivos que los expresados por la consejera. El primero, económico: es más rentable para una familia con dos hijos en un curso escolar comprar dos uniformes para cada semana que ir comprando distintas prendas a medida que avanza el curso.

Luego está la comodidad. Ni alumnos ni madres ni padres tienen que abrir diariamente el armario, conjuntar colores, desechar lo que no se lleva, comprar lo que se lleva- además de acabar por fin con las pugnas de qué niña lleva el lazo más grande o qué niño lleva el último modelo chic , una realidad tan histórica como histérica que convierte los pasillos de los colegios en pasarelas de moda.

Un chico o una chica pueden pasarlo verdaderamente mal en un centro escolar si se sienten, tanto por exceso como por defecto, discriminados o distintos por su manera de vestir, además de ser un modo de evidenciar diferencias socioeconómicas dentro del aula.

Por otro lado un uniforme es una seña de identidad, como lo son los colores de los equipos de fútbol. Además, traslada al alumno la sensación de pertenencia y en algunos casos mejora la disciplina pues el alumno reconoce visualmente y acepta en su subconscientemente que existen unas normas generales que afectan a todos y que tienen que cumplir.

Evita discusiones entre docentes y alumnos sobre qué ropa es correcta o incorrecta para llevar a clase, propicia el estudio y es claramente identificable por parte del docente en caso de salidas, excursiones etcétera.

Es cierto que también los alumnos deben saber que son personas libres y que necesitan expresarse en libertad. Es por ello que debe ser el consejo escolar del centro quien decida si utilizar o no el uniforme y a qué edades.

En última instancia nunca debe ser una obligación, no podemos ni debemos obligar al uso del mismo, pero tampoco debiéramos prohibirlo.