Es fútbol es el deporte de equipo más practicado y practicable. Con un objeto esférico algo mullido --una pelota hecha con tiras de trapo, como en los tiempos de Maricastaña -- y cuatro chavales dispuestos a darle patadas, se forma el partidillo. Pero de los tiempos de Maricastaña a los tiempos actuales, el fútbol ha cambiado de modos --de jugar con una pelota cualquiera en un descampado de tierra, a hacerlo con un balón reglamentario en un campo de césped--; de modas --de jugar vestido con la ropa de faena diaria, a jugar con un uniforme debidamente etiquetado exclusivo para la ocasión--, y por supuesto de condición --de ser una actividad lúdica practicada por pura afición al deporte, a convertirse en una actividad deportiva practicada, en bastantes casos, por pura afición al dinero--.

Para los jugadores de países subdesarrollados, el fútbol ha supuesto una salida de la pobreza, pero a la vez se han convertido en un preciado objeto de deseo para quienes usan el fútbol con el propósito de entrar en la riqueza. Otros jugadores han sido convertidos en iconos mediáticos cuyas efigies y musculaturas invaden las vallas publicitarias, y ya de paso se introducen, solos o acompañados de sus chicas, en las revistas del corazón .

Para los aficionados, el fútbol es como una religión: alaban a su equipo mediante cánticos, peregrinan a las ciudades donde juegan, adquieren imágenes y objetos representativos de sus respectivos clubes, y aportan dinero para ayudar a que estos subsistan.

Para los cerebros que mueven las vísceras del fútbol desde los despachos, este es un libro de contabilidad en el que el haber ha de estar siempre muy por encima del debe , aunque suele ocurrir todo lo contrario. Son hombres de negocios que no acostumbran a meterse en política, pero si fundaran un partido político --el UFD (Unión Futbolística Democrática), por ejemplo--, con tanto apoyo social como arrastran, y tal como está ahora la política en España, seguro que no les iría nada mal.

Otra cosa es cómo nos iría a los votantes.