Exprofesor de Derecho Penal de la Uex

Siguen dándonos más de lo mismo. Ya ha transcurrido más de un año desde la entrada en vigor de la LOU (que tantas pasiones desató...) y prácticamente otro desde que nos colocaron el Real Decreto que regula el sistema de habilitación para el funcionariado de los docentes universitarios, y la universidad pública española, del s. XXI, continúa anclada en el feudalismo más cicatero. No podía ser de otra manera. La reforma abanderada por doña Pilar del Castillo ha servido, como mucho, para apretarle el cinturón al principal motor cultural de la sociedad --tal vez ése era su único objetivo, a pesar de sus grandilocuentes promesas--, pero en absoluto ha logrado su modernización. Hoy cualquier ciudadano puede "acceder a" la universidad (un espejismo, por otra parte ya conquistado hace tiempo...), e incluso, si persiste, logrará realizar los cursos de doctorado, pero sólo unos pocos vasallos (los que reúnan la divina condición de "discípulos") alcanzarán el título de doctor --los demás, pagamos y cursamos para nada--. Tan alta distinción sigue dependiendo del capricho de los "maestros". Iluminados señores que, sabedores del anacronismo con el que se empeñan en lastrar nuestra universidad, se respetan unos a otros --quizás en astuta actitud para que "sus estructuras" no cambien--. Un Iluminado de éstos jamás profanará el feudo de otro, a menos que pertenezca a un señor hostil que merezca justa reprimenda. Así se han venido repartiendo, hasta la LOU, titularidades y cátedras, y así continuará siendo en el futuro tras la LOU --para aspirar a catedrático, o a titular, primero hay que ser doctor (esto es, vasallo )--. La cuestión sigue siendo que si el doctorando (posible aspirante a profesor universitario) "no tributa el diezmo ", o es huérfano (es decir, independiente), nunca le investirán de doctor. Y si lo primero ruboriza hasta a quienes han sacado provecho de ello (¡cohecho activo y pasivo!), lo segundo constituye una crueldad inaceptable en un estado de libertades. Señores: ¡Un título académico no se compra, no se vende, no se regala... ni, mucho menos, puede negársele a quien reúna las capacidades que el mismo presupone! Ministra de Cultura: ¿Es éste el dinamismo y la flexibilización que anunciaba con su magnífica LOU? ¿Es éste el pretendido "nuevo sistema objetivo y transparente, garante del mérito y la capacidad en la selección y el acceso del profesorado"? --Si la cosa no fuera tan grave, me echaría a reír... "con mi novia la última palabra siempre es la mía: sí amor mío, sí cariño", que decía aquél--. ¿De qué sirve el escollo de la habilitación si para superarlo se exige ser doctor? ¿Por qué la LOU no ha establecido mecanismos para garantizar a todos los ciudadanos el acceso real al doctorado? ¿Falta de coraje político, falta de interés, o le venía a usted grande el proyecto? --confiéseselo a su amigo Josemari, a mí me da igual, pero por favor... ¡pida el relevo!--. Con el trasnochado sistema aún vigente, lo de menos es el talento demostrado. Léase: un maestro-señor convoca a otros maestros-señores "aliados" y, entre amigos, dándose el festín en el feudo anfitrión --"su" universidad"--, "hacen doctor-- al aspirante-vasallo, con sublime escenificación --esto sí--. No importan ni la excelencia ni la calidad --basta comprobar cómo se acreditan y ante quién...--. Así no es de extrañar que la mayoría de los consortes (descendientes, colaterales...) de los señores (o las señoras ) disfruten del notable privilegio, cuando no de una titularidad o una cátedra. ¿Acaso el grado de doctor, cual título nobiliario, va implícito en los genes? --Si es así, deberían advertirlo al entregar el sobre de matrícula (o al cogernos el dinero)--. Mientras así pueda procederse, --y a la vista de todos está que "el sistema" lo propicia-- no se habrá liberado a la universidad de los fantasmas del pasado. La "lucha de escuelas", como eufemísticamente prefieren los implicados, es un insulto a la inteligencia de toda una sociedad, y acabará pareciendo una "riña familiar" si no se le pone remedio al asunto. ¿Por qué callan los magníficos ? ¿A qué esperan nuestros políticos? El humo que nos vendió la señora Del Castillo ya se ha disipado, y la realidad sigue siendo ¡triste herencia! la que era: la universidad pública española (sostenida con el esfuerzo de todos) es patrimonio exclusivo (¡y excluyente!) de unos pocos. Una buena muestra del proyecto-vacío de don José María Aznar. ¿Qué nos prometerán la próxima vez?